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¿Es este el mejor mundo posible? Voltaire vs. Leibniz

¿Es este el mejor mundo posible? Voltaire vs. Leibniz

ALEJANDRO AGUSTÍN ABOGADO

Domingo, 8 de diciembre 2019, 10:56

En algún momento de la historia se ha vivido en el mejor mundo posible? Actualmente, teniendo en cuenta la existencia de hambrunas, guerras, enfermedades, desplazamientos humanos forzados, calentamiento global, sobreexplotación de recursos naturales, liderazgos obtusos, ignorancia y pobreza que afectan a una parte de la población mundial, nadie daría una respuesta positiva.

En otra época sí lo hizo el filósofo y matemático alemán Leibniz (1646-1716). Trabajó, con mucho esfuerzo pero sin éxito, en la unificación de protestantes y católicos. A él se debe la invención del cálculo diferencial en 1675 desconociendo que Newton, sin publicarlo, ya lo había descubierto 10 años antes. Para ello se inspiró en el Arts Magna (una máquina con círculos que rotaban) del místico y cabalista mallorquín Ramon Llull, a la que le quiso dotar de un cálculo lógico universal o razonador que mostrara la verdad a través de su método computacional en base al sistema de números binarios que desarrolló. Kurt Gódel (1906-1978) admirador de Leibniz, condenó al fracaso el programa leibniziano en la filosofía y en las matemáticas. Frecuentó la Biblioteca Vaticana, declinando el ofrecimiento de dirigirla que le hizo el cardenal Casanata, al no querer convertirse al catolicismo. (Amigo lector, si es incondicional del libro y de la lectura, le recomiendo -si no la conoce ya- que en su próximo viaje a Roma visite la Biblioteca Casanatense en la via de S. Ignazio: magnífica).

Leibniz responde a Pierre Bayle, que cuestiona la bondad de un Dios que permite el mal, defendiendo al Dios omnisciente como la causa primera de todo y ya que nuestro mundo es uno y que como Dios ha tenido que elegirlo entre otros mundos posibles, no pudo haber elegido sino el mejor. Afronta la existencia del mal como necesario para el desarrollo del mundo pues cree que toda imperfección desarrolla una función en la armonía del orden global. Los infinitos mundos posibles existen como ideas en la mente divina, y metafísicamente hablando, Dios podría haber elegido cualquiera de ellos (también el menos bueno), pero, moralmente hablando, era imposible que no escogiera el mejor. No fue el primer autor que pretendió conciliar la bondad de Dios con la existencia del mal en el mundo: Platón, los estoicos y San Agustín, entre otros, lo habían hecho ya. A pesar de creer que era el mejor de los mundos posibles, pensaba que era susceptible de perfeccionamiento y mejora por parte de los seres humanos, lo que desde un punto de vista teórico no se puede discutir, pero que en la práctica, y en tres siglos, parece que los humanos nos hayamos empeñado precisamente en demostrar lo contrario.

Frente a esto, defiende que si Dios existe, se ha de conducir en sus actos por la sabiduría y la bondad, no queriendo el mal sino por defecto. Al concedernos la libertad, el mayor bien imaginable, Dios nos da la posibilidad de que la utilicemos mal. Defendió a Dios en su Teodicea como si fuera un abogado defensor. En 1712 escribió en una carta su propuesta de crear un fondo monetario europeo que de una manera visionaria se anticipó en el tiempo casi 300 años. Fue enterrado sin ningún honor, y su sobrino que le heredó, no costeó ni la lápida. Durante años su tumba tuvo una modesta placa de cobre: 'Ossa Leibnitii'.

Por otro lado sabemos de Voltaire (1694-1778), que fue el epígono del intelectual comprometido que denuncia las injusticias y los abusos de poder. Participó en todas las batallas contra el fanatismo siendo un rebelde incapaz de callarse ante una injusticia, crueldad o abuso de poder. Símbolo contra la intolerancia, la superstición y el fanatismo, encarnaba el mandato ilustrado «Sapere aude!» (Atrévete a pensar). Era procaz, insolente, narcisista y pragmático. Su lema: Écrasez l'Infâme! ¡Aplastad al infame! (al intolerante, al fanático).

Voltaire rehuyó el pesimismo pero se opone al lema «Todo está bien» de Alexander Pope (1688-1744) en su Ensayo o poema filosófico sobre el hombre. El 1 de noviembre de 1755, Día de Todos los Santos, se produjo un terremoto que afectó gravemente a Lisboa, muriendo decenas de miles de personas entre las ruinas de las casas y las iglesias llenas de fieles. Los predicadores 'explicaron' la catástrofe natural como un castigo divino por los pecados del siglo, siendo para Voltaire los que más han perjudicado la causa de Dios, por hacerla intervenir en acontecimientos puramente naturales.

En su obra Cándido o del optimismo, critica el abuso de ciertas doctrinas que predican el consuelo vano. Su cruzada fue contra Leibniz y los filósofos que defendían la tesis de que todo está bien. En su Diccionario filosófico y en la entrada Bien (todo está bien), escribe que Leibniz «construyó el edificio del mejor de los mundos posibles, e imaginó que todo se encaminaba hacia lo mejor». Dios «había elegido necesariamente, entre todos los mundos posibles, el mejor, sin duda», por lo que argumentaba Voltaire que entonces la desobediencia a Dios, vivir en la miseria, experimentar toda clase de penalidades, morir entre dolores y otras espantosas desgracias eran partes integrantes del mejor de los mundos. ¿Es todo esto lo mejor posible?

Así, para Cándido el optimismo es sostener que todo es bueno cuando no lo es. En la obra, Pangloss explica que nada puede ser mejor, porque de lo contrario este mundo sería otro y Voltaire hace decir a Cándido que solo nos cabe «cultivar nuestro huerto», lo que, metafóricamente, no deja de ser un excelente e intemporal consejo para todos, que de seguirlo, a la par que nos haría mejores personas y ciudadanos, nos permitiría además, mejorar nuestro único y perfectible mundo.

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