Una docente durante el primer día del curso. Enric Fontcuberta/efe

Mejoras urgentes, pero no rápidas

EL ESTADO DE LA EDUCACIÓN ·

Los cambios en Educación pueden ser acuciantes, pero no necesariamente inmediatos; si no, la asignación de más recursos deriva en peores resultados

PABLO ROVIRA

Martes, 29 de septiembre 2020, 07:47

Ministerio y consejerías han pactado eliminar el requisito del Máster de Secundaria para la contratación extrema de profesorado mientras dure la excepcionalidad de la pandemia. Choca, pero así es, que las administraciones educativas no encuentren profesores en un país con el desempleo, especialmente joven, en aumento, y con una tasa de graduados universitarios equivalente a los mejores países de Europa. Es otro de los dramas formativos de España, esa desconexión entre la oferta y la demanda laboral, o, si se quiere, una oferta de estudios que en el mejor de los casos se construye sobre la demanda académica -en el peor, según la organización departamental- y una oferta de empleo que es la que es, es decir, a semejanza de los sectores productivos que tenemos y no los que se desean.

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No es tan fácil asociar el paro entre titulados universitarios con la dificultad de encontrar candidatos. Los trabajos en la escuela son dispersos territorialmente, atomizados por especialidades y no siempre atractivos en cuanto entran en juego tiempos parciales e itinerancias. Así, no es lo mismo buscar un maestro para una vacante a tiempo completo en Valencia ciudad que un especialista de Valenciano en un pueblo de interior para unas horas.

No obstante, la pandemia deja entrever que a nuestro sistema educativo, que estaba para mejorar, también le cuesta asimilar mejoras. Que a nuestra escuela le faltaba presupuesto, pero que una inyección de presupuesto también le mete en problemas. Se ha visto con la necesidad de espacios y ahora se ve con el aumento de las plantillas. En condiciones normales, más aulas y más profesores es lo que supondría una bajada de ratios, la reivindicación común como principal mejora de la calidad. De golpe, la escuela no lo asimila.

Ha sido la pandemia la que ha llevado a reducir el número de alumnos por aula, pero para alcanzar ese objetivo, se han fagocitado otros espacios escolares -gimnasios, bibliotecas y hasta capillas- y los cursos superiores han recurrido a la escolarización alterna. La escuela, como se ve, no puede crecer rápido. Y por eso, perdonen el inciso, es una tontería el empeño ideológico de esquinar a la concertada en este proceso de mejora, porque es tan grande el desafío que no es nada eficaz una política de sustitución; la complementariedad acelera la consecución del objetivo.

Y lo mismo ha pasado con el profesorado. Las necesidades de personal docente por la pandemia no pueden cubrirse y ha habido que recurrir a un deterioro de los requisitos de acceso. Sobre la mesa estaba, recuerden, mejorar ese sistema con modelos de acceso tutorizado. En cambio, un incremento de algo más del 6% de la plantilla de profesores nos está costando asimilar.

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La reflexión es grave. Al sistema le costará mejorar algo más que dinero. Posiblemente la inmediatez impuesta por la Covid-19 provoque que más recursos se traduzcan en peores recursos. Espacios menos adecuados y profesores menos formados. Para poder mejorar, hay que prepararse para mejorar.

Esta idea servirá para concretar la resolución de los partidos del Consell del Botánico en el Debate de Política General a favor de ampliar la enseñanza obligatoria hasta los 18 años. En el país del abandono educativo y de las repeticiones, obligar a dos años más de instituto sin cambiar nada es aumentar el suplicio para un buen número de adolescentes. Además de invertir en mejoras, hay que prepararse para ellas.

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