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Por primera vez, tras la Segunda Guerra Mundial, la extrema derecha regresa al poder en Italia con una mujer que será la primera en convertirse en jefa del Gobierno del país transalpino. De labia desvergonzada, fan de Mussolini y pupila de Berlusconi, se colocó un ... par de melones en el pecho para pedir el voto. En España, escuchamos sus credenciales en una intervención, ya viral, durante un mitin de Vox en la campaña de las andaluzas: «Sí a la familia natural, no a los 'lobby' LGTBI. Sí a la identidad sexual, no a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte. Sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista. Sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva. Sí al trabajo de nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales. Sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas». Ese radicalismo ha disparado a 'Hermanos de Italia' desde el 4% en los comicios de 2018 hasta el 26% en los actuales. Los resultados de sus socios, la 'Liga'(Salvini) y 'Forza Italia'(Berlusconi), han sido peores pero al concurrir juntos, saldrán beneficiados por un sistema que favorece a las coaliciones. Cuentan con el 44% de los sufragios así que pueden obtener holgadamente una mayoría absoluta de escaños. Ese eventual 'rodillo' podría facultarles, por ejemplo, para modificar la Constitución. Antes incluso de que se forme el Consejo de Ministros, Bruselas se ha adelantado a advertir de que poseen los instrumentos para responder a quien se aleje de la «buena dirección», en palabras de la presidenta de la Comisión Europea. Dejar en modo espera, como ocurre con Hungría, la aprobación de su plan de recuperación es uno de esos mecanismos. De hecho, a principios de año, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea avaló la suspensión de ayudas económicas a países que vulneren la democracia. Hungría y Polonia son dos de esos países. Y ahora Bruselas teme que Italia se una ante la manifiesta simpatía de Meloni por Viktor Orban. Italia, miembro fundador del proyecto comunitario, ni debe ni puede permitirse ignorar las directrices de Bruselas porque dependen de los fondos de recuperación post-pandemia. Con más de 81.700 millones, es el estado de la UE que mayor cantidad prevé recibir.
Desde que Italia vio nacer su república, en 1946, hasta hoy han pasado 76 años y 67 gobiernos. Si se mantiene el promedio de este palmarés, el ejecutivo de Meloni quedará amortizado en poco más de un año. Dos variables influirán o determinarán ese destino. Una es la mayúscula abstención, el 35%, la mayor desafección que se recuerda. La otra, en el fascismo eterno del que alertó Umberto Eco a través de la retórica que explota y exacerba «el natural miedo a la diferencia». Meloni, del dicho ¿al hecho?
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