Soñaba con gobernar España, no me cuesta imaginarlo en sus fantasías ayudando a los de la mudanza a desalojar el famoso colchón de Sánchez, pero será él quien termine saliendo del teatrillo a hurtadillas, por la puerta de atrás, más empujado que otra cosa y ... probablemente un 23-F, dato que siempre podrá recordar cuando le aborde el victimismo. Defenestrado por los que creía suyos, como le ocurriera a su némesis antes de regresar de entre los muertos. Dicen que se va sin entender nada, tampoco me sorprende. En este negocio regado de vanidades los días de vino y rosas sólo traen caricias por el lomo. Nadie se molesta en recitarte el 'memento mori', en prepararte para lo que ocurrirá cuando des un paso en falso. Casado no merece lástima. La peor calamidad para un país mal gobernado es tener además una pésima oposición, y en su caso ha cometido demasiados errores tácticos que arruinan cuatro años de reconstrucción. Un verdadero líder sólo tiende los pulsos que sabe que ganará, jamás va a la guerra con balas de fogueo y en este caso habría tenido intuición suficiente para deducir que los cañones de su enemiga íntima, esta versión castellana y pepera de Agustina de Aragón, acabarían rolando a la derecha en cuanto la batalla de egos lo requiriera. Las barbas de Casado, que un buen día alguien colgó de su cara de niño para obligarle a madurar y ayer tuvo que poner en remojo, deben servir de aviso a sus vecinos. Él ya podrá rapárselas, como hizo Iglesias con su coleta. Son sólo parte del atrezzo, aunque harán bien en captar el mensaje los presentes y futuros paladines de la nueva política, imán de personajes a los que el reto les supera. Vienen a comerse el mundo sin reparar en que para eso hace falta algo más que tener hambre y un pico de oro. La foto de este febrero cristalino borra al tercero de los cuatro candidatos del debate televisivo de las últimas generales, lo que lleva a pensar en el eterno superviviente, ese presidente buhonero sin más estrategia que azuzar el miedo, que se refugia en la ultraizquierda para agitar el espantajo de la ultraderecha y pide los cortafuegos que él niega. ¿Buscan culpables? Mírense al ombligo. Que el mayor aval de Casado fuera Sánchez y la gran baza del PSOE el PP da fe de la crisis del bipartidismo. Ellos y sólo ellos engordan a Abascal, supervitaminado y mineralizado por los tumbos del sanchismo y de esa 'derechita' que a sus ojos además de cobarde es ahora también el Corral de la Pacheca. Liberado de la erosión de gobernar, a Vox no lo derrotarán con ajos y cuentos de viejas, sino haciendo política responsable, algo fuera del alcance del mediocre Sánchez y del sentenciado Casado. Políticamente somos la liga moldava; aquí cualquier piernas haría carrera.

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