Pedro Sánchez desempolvó un glosario sobre el tiempo para explicar en qué va a consistir la anunciada mesa de diálogo que se dio por inaugurada el pasado miércoles en Barcelona: «Los problemas de Catalunya no empezaron ayer ni se van a resolver mañana. Precisamente, por ... eso, hemos coincidido en trabajar sin prisa pero sin pausa y sin plazos». Sin prisa, sin pausa, sin plazos. Y, se podría añadir, ¿sin rumbo? Los actores han ido cambiando, la escenificación también, pero la reivindicación principal de los soberanistas es idéntica a la de hace años. Y en ese punto no hay consenso legal posible como no lo hubo en el pasado cuando Artur Mas y Carles Puigdemont se lo reclamaron a Mariano Rajoy. O como el inhabilitado Quim Torra le planteó al propio Sánchez. La única diferencia al respecto es que, ahora, a la demanda del referéndum de autodeterminación, los independentistas vienen sumando la exigencia de la amnistía. Para que no decaiga el simbolismo se quiso evidenciar esa retirada la bandera española con el objetivo de que Pere Aragonès compareciera sólo con la enseña catalana. De manera que la cita de la plaza Sant Jaume fue la constatación de una obviedad. La Moncloa y el Palau de la Generalitat mantienen «posiciones políticas muy alejadas». El presidente y el 'president' radiografiaron la situación con las mismas cuatro palabras. Nada nuevo bajo el sol en cuanto al contenido de una convocatoria en la que volvió a prevalecer la liturgia. La forma sobre el fondo. Y al final, tanta hipergestualidad para dejar en barbecho el asunto. Tanto Sánchez como Aragonès han decidido poner a hibernar la mesa poco después de activarla. Su foro de aproximación se queda sumido en el letargo. Como ese reposo que permite la supervivencia de algunos animales en temperaturas extremas. Porque ése es el objetivo político: sobrevivir tomando oxígeno e impulso para reorganizar estrategias. Sánchez necesita a ERC para aprobar los presupuestos y salvar la legislatura. Y Aragonès busca legitimar su autoridad como líder frente a Junts posicionando a su partido como formación solvente en gestión. Su veto a los miembros propuestos por Puigdemont para la mesa ha reforzado, por ahora, su imagen en las bases soberanistas pero ha abierto una nueva herida entre 'socios' que no hay que subestimar porque la Generalitat continúa subyugada a las veleidades del 'expresident' fugado.
Publicidad
Este deshielo a cámara lenta está irremediablemente sujeto a los acontecimientos del pasado y condicionado por la agenda del corto plazo. Ni en la Moncloa ni en la Generalitat cuentan con la máquina del tiempo de H.G. Wells para anticiparse al futuro(electoral). Así que lo único que se juega en esa mesa es otra partida de 'tacticismo'.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.