Mira las luces, visita mía
UNA PICA EN FLANDES ·
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UNA PICA EN FLANDES ·
Mientras atiendes a una visita que no para de hablar de sí misma, te enteras de que le han dado el Nobel a una escritora de libros que, ¡milagro!, además de estar publicados en España, se dejan leer. Bostezas con disimulo. Para distraerte vuelves a mirar tus mensajes con cara de «disculpa, un guasap importante», y descubres que tu editora ya se ha puesto la portada de «Pura pasión», de la recién premiada Annie Ernaux, como foto de perfil. Y recuerdas que tu editora te recomendó esa novela porque, según ella, retrata por dentro a las mujeres de su generación, pero te escuchas decir: «Continúa, por favor, ¿de qué hablábamos? Ah, sí, de ti..., de que hay que contar con los mejor preparados como tú». Lo cual es una tontería porque la visita no se había callado ni un segundo y tampoco cambiaba de tema. Y además le da igual porque ha venido a soltar su inmarcesible currículum social, versión extendida, sin reparar en tu reacción. Su padre es de Caravaca y su madre de Puertollano, puede ser diputada por ambas circunscripciones. A eso se refiere ahora.
Ernaux es una autora que, igual que tu visita, sólo habla de sí misma. ¿Acaso no lo hacemos todos? Este verano cayó en tus manos 'Mira las luces, amor mío', un diario en el que cuenta su vida, otra vez, a través de sus compras en un hipermercado Alcampo. El hipermercado es el espacio donde nos socializamos con nuestros contemporáneos, sostiene. La visita entorna los ojos al tiempo que pondera el esfuerzo que hace para decidirse a encajar que le propongas un cargo que se muere por aceptar; entretanto tú, que con los años has aprendido a separar el pensamiento de la expresión de tu rostro, dejas que la memoria recorra la historia de tus supermercados: el ultramarinos Zanón, el Chispa de Náquera, el súper Garbí de Gandía, la primera visita a Nuevo Centro, tu estreno como abogado en las oficinas de Mercadona, el Consum de Conde Salvatierra, los Carrefour de Bruselas durante el confinamiento... Hay a quien se le pasan los años sin salir de un único centro comercial y luego estáis los nómadas que, conforme las farolas naranjas de los que siguen en la calle cuando las familias empiezan a cenar se van encendiendo, saltáis de un Supercor de gasolinera al siguiente. La visita ha empezado a darte instrucciones para Feijóo: «Dile que lo que tiene que hacer es...».
Te gusta la sequedad de Ermaux, esa capacidad misteriosa para contar respetando la breve vida del prójimo. Justo lo que le falta a tu interlocutora. «Esteban, te has dormido», resopla de repente. Uy, disculpa, nunca me duermo con las visitas antes de comer.
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