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Una niña friega de rodillas el suelo de la posada, mientras el zafio dueño discute a gritos con su mujer. Los caballos relinchan en la cuadra y las velas alumbran escasamente a los pocos parroquianos que se confunden con los muebles. Llena de rabia, la mesonera la toma con la niña y le manda traer agua del pozo en plena noche. La pequeña, sucia y harapienta, tiene miedo, pero la mujer disfruta con el pánico de la inocente. Es entonces cuando un viajero aparece por la puerta y pregunta por ella, Cosette. Él, Jean Valjean, conoció la desgracia de la madre de la pequeña y quiere salvarla de una vida con un final miserable como el de su progenitora. Es 'Los Miserables', de Victor Hugo.
Un pequeño huérfano es vendido a un sepulturero, que le enseña el oficio pero le hace dormir en los ataúdes. Todo va medio bien hasta que el guarda del orfanato va a la funeraria en visita de inspección y empieza a hablar con desprecio de la madre muerta del muchacho. El chaval, encolerizado, le golpea y huye a Londres, donde entra en una banda de rateros. Es 'Oliver Twist', de Charles Dickens.
Después de la muerte de su padre en la guerra y el encarcelamiento de su madre por robar en la casa en la que servía, un chico nacido en un molino del río Tormes se gana la vida de mil maneras. 'El Lazarillo' le llaman. Dos adolescentes escapados de sus casas sobreviven en la Sevilla del siglo de Oro. Son Rinconete y Cortadillo, de Miguel de Cervantes.
Creo que nadie que haya leído, visto en película, escuchado en musical o estudiado estas historias se ponga de parte de alguien que no sean estos héroes. Todos tienen en común un hecho económico como es la pobreza, además de la desgracia, su lucha por la vida y la esperanza en un final feliz.
Estas obras son hijas de su tiempo. Los protagonistas son menores abandonados, vendidos, huidos, emigrantes del campo a la ciudad... Quizás, si sus autores vivieran en la actualidad y de su imaginación hubieran vuelto a nacer esas historias, es más que probable que tuvieran otro color. No es difícil pensar que una actual Cosette fuera de origen argelino u Oliver, mestizo; que el Lazarillo fuera de Tánger y cruzar el Estrecho en patera sería una de sus aventuras; o que los pícaros más famosos de la literatura tendrían la condición de Menores Emigrantes No Acompañados (MENAS), escapados de un centro de la Junta de Andalucía.
Habrá quien piense que es sacarlos de contexto, cuando precisamente es dar vida a esas historias para entender qué querían decir sus autores ante un mundo sembrado de una actitud que pervive: el rechazo al pobre cuando está cerca. Mientras el negrito salga en el anuncio de Médicos del Mundo todo está bien, pero si escapa de esta miseria, empiezan las malas caras de algunos. No es racismo ni xenofobia, sino aporofobia y quienes la ejercen son realmente los miserables.
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