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Y viene de largo. Los bancos ya no son lo que eran. Su negocio ha cambiado. Dejaron de ganar dinero cuidando de nuestro dinero y, ... ahora, ya no nos resultamos cómodos. Es mutuo. La relación con ellos es casi imposible. Insufrible. La brecha se agranda pero no estamos en el mejor momento para alimentar las diferencias.
Cuándo y cómo comenzó todo depende de donde quiera usted abrir el paréntesis temporal. Quizá empezó con la crisis de confianza en la cadena de mando de los propios empleados de banca forzados a vender productos financieros como las preferentes a sus clientes de toda la vida. O cuando desde el ámbito político se les implicaba con sus decisiones. Acaso fueron las fusiones teledirigidas que fagocitaron a la mayoría de entidades para acabar imponiendo un monopolio. De dos o tres. O si la estocada final ha sido tras el despido masivo de personas, el cierre de sucursales y la irrupción de la tecnología online que entierra la atención al cliente de toda la vida, en el que estamos inmersos en la actualidad.
Si observamos con distancia la actuación de los bancos parecen seguir fielmente una estrategia calculada que les conduce hacia su propia autodestrucción. Como las instrucciones a Jason Bourne, a todos los OO7, o al desbaratado Gadget. Incluso el fatal destino de algunos mensajes de Telegram. O mejor. Un evidente «momento diana» -como los llama mi hermana Marina- que es cuando te encuentras inmerso en una inercia que te lleva irremediablemente a cometer, lo que sabes de antemano, va a ser un error. Y a pesar de que sus previsiones de crecimiento son buenas -van a aumentar en un 40 por ciento- se equivocan al dilapidar lo esencial: la confianza de sus clientes.
La iniciativa de Carlos San Juan de rebelarse contra el abuso que supone la imposición de la tecnología y los cajeros como método de relación con los bancos es, a mi juicio, muy oportuna. Su reivindicación nos representa a todos y pone en valor la figura ya casi desaparecida del empleado de banca toda la vida. Un clásico a recuperar.
Las cosas se están poniendo feas para la mayoría con la presión de precios, la amenaza de subidas de tipos de interés, la pérdida de poder adquisitivo y la cada vez más mermada capacidad económica de los españoles. Solos o en familia. Las dificultades acechan y es ahora cuando los bancos pueden recuperar su esencia: ganar dinero gestionando dinero, prestándolo a quien lo necesita, dando cobertura a quien emprende, financiando la compra de viviendas. Y generando intereses al que lo tiene y decide encomendarle su cuidado. Como ha sido siempre. Y no priorizando la venta de lavadoras, seguros o cualquier artilugio que les ayude a cumplir objetivos.
Harán bien en reflexionar los banqueros. En reorientar sus decisiones hacia una relación más estrecha con sus clientes para recuperar ese vinculo que nunca debió romperse. Y que les dejen hacerlo.
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