Creo que Pedro Sánchez se ha equivocado de nuevo. Nunca debió presentarse como candidato a presidente de la Internacional Socialista. Al ser el único candidato ... resulta que ha sido elegido por aclamación. Pero eso es lo de menos. Por razones estéticas, de empatía, de oportunidad y de prioridades debería haber dejado pasar este tren. La vieja política toleraba estas maneras de escalar que ahora resultan incomprensibles con la que está cayendo.
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Sospecho que aunque ahora pueda parecer acertada su decisión -para acentuar su perfil internacional con la presidencia europea de final de legislatura- la perspectiva que asegura el discurrir del tiempo convertirá este nuevo cargo en un grave y profundo error.
Que haya asumido ese puesto responde a otra época, de cuando no conocíamos el covid y Ucrania formaba parte de Rusia. De cuando programábamos la calefacción a 21 grados y caminabas por una ciudad que iluminaba sus edificios y hasta los escaparates los podías mirar de madrugada. Pedro Sánchez podría ser presidente de la Internacional Socialista si entrar en un supermercado a hacer la compra no fuera un autentico lujo para la mayoría de familias de este país.
Podía haber esperado desde su puesto de vicepresidente a otro momento o cualquier otra oportunidad pero creo que le ha podido el ego y la ambición. Con esta decisión consolida una distancia que cada día se agranda más con las necesidades de la gente de la calle. Sánchez no tiene el patio en España como para incorporar nuevas responsabilidades a su cargo de presidente del gobierno -sumida en una profunda crisis sin precedentes- y despistarse con otras cosas. Es una decisión equivocada que responde a otras épocas. A los usos y costumbres de lo que se hacia en la política de antes. Son soluciones antiguas para nuevos problemas que requieren otra respuesta. Castigarán los electores con su voto tanto despiste internacional, estas distancias de la realidad -como si viviera en otro mundo especial- y esa falta evidente de cercanía.
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Las cosas han cambiado. Nunca nos habíamos enfrentado a una situación así. Ni un solo minuto de su agenda debería estar dedicada a otra cosa que no sea resolver lo importante que, ahora más que nunca, se encuentra en el día a día, en lo más inmediato y cotidiano de la vida de los españoles. Si no la conoce, que se acerque una tarde a cualquier servicio de urgencias de un hospital cualquiera y comprobará de qué estoy hablando.
Sánchez empieza a sufrir antes de tiempo un síndrome que les pasa a todos los inquilinos de La Moncloa cuando abandonan La Moncloa. A unos les da por viajar como a Zapatero. A otros por aprender inglés y dar conferencias como José Maria Aznar. O escribir libros -que no están nada mal- como a Mariano Rajoy. Pero Sánchez ya alimenta ese prurito de egocentrismo excesivo que evidencia esta decisión. Alfonso Guerra tenía toda la razón al afirmar: «Dije hace 30 años que la Internacional Socialista se estaba convirtiendo en una agencia de viajes». ¿No les parece?
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