El tremendo terremoto de Turquía y Siria nos reveló una vez más la gran fragilidad del ser humano ante la fuerza incontrolable de la naturaleza. Pero no solo somos vulnerables ante la catástrofe provocada por la realidad física del mundo en el que habitamos, sino que lo somos en otros muchos sentidos. La biología nos recuerda cada día que hay mil cosas que nos dañan gravemente, sin necesidad de que venga el azote de una pandemia para recordarlo. Y desde luego está la realidad de la muerte; los que tenemos una cierta edad no podemos contar los años sin que no tengamos que decir adiós a alguien que formaba parte de nuestros afectos, ya sea porque los habíamos tratado o eran cercanos, o porque los admirábamos, ya que también son algo nuestro los que con sus obras han alimentado nuestro espíritu y nos han ayudado a transitar por la vida.
Publicidad
Por eso resulta más absurdo y aterrador la destrucción que proviene de dentro de nuestra especie de forma que solo el hombre es capaz de hacerlo. En el aniversario del primer año de la guerra de Ucrania, el discurso de dos horas que dio Putin ante sus acólitos produce indignación y rabia, pero también mucha tristeza. Ahí tenemos un puro anacronismo de odio y mentiras; un paquete ideológico venenoso que ya se descontaba en los libros de historia como algo que 'no podría' volver a suceder, porque los muertos de la Segunda Guerra Mundial, se creía, habían constituido un dique insuperable para una nueva barbarie en Europa. Pero no; ahí están el mismo tirano 'salvador de la patria' de toda la vida; la misma desinformación y adoctrinamiento que aparece en cualquier libro te texto; el discurso vergonzante del dictador enmascarado como una cruzada contra los que quieren destruir al pueblo ruso.
Ver a la gente morir en Siria y Turquía por los terremotos mientras que Rusia y el dictador sirio han matado muchísimo más que el tremendo temblor de tierra (y continúan haciéndolo), es un testimonio demoledor de cuán lejos estamos de cualquier utopía. Este club 'selecto' de dictadores (en el que se encuentran otros que ustedes ya conocen) son como las malas películas de terror donde la momia siempre resucita. No hay manera de matarlas. ¡Qué hartazgo! Uno mira al jefe de Corea del Norte, de Cuba, a Maduro... y ve siempre la misma película, la misma momia con los cambios propios del tiempo. Putin nos da más miedo porque tiene el mesianismo de todos ellos, más un poder nuclear que nos asusta más (aunque el coreano no se queda atrás). Y porque ha dicho que Rusia es «invencible». Ahí queda eso. Mucha faena por delante.
Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.