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No lo puedo evitar: la palabra monolito me remite a la película '2001.Odisea del espacio', a la misteriosa piedra negra hallada con asombro en la Luna. Es el secreto de la vida, la piedra angular de la eternidad, algo gordo... En mi pueblo andan ... rompiéndose la crisma por un monolito que quieren dedicar, dicen, al 15-M. Por el 15 de mayo de no sé qué año, cuando salieron a la calle unos muchachos enfadados. La mayoría municipal no se aclara: se habla de movimientos, de activismo ciudadano. Y se magnifica una movida primaveral de acné y granos, casi como si hubiéramos tenido en Valencia la Revolución Francesa, la Comuna y el Mayo del 68, todo junto en un paquete.
Me entretengo buscando fechas para ilustrar monolitos dignos de figurar con mucho más honor en esa plaza. Viajes de reyes y jefes de Gobierno, incluso de presidentes de la República. En el Ayuntamiento se reunieron las Cortes una vez. Y hubo un rey, ahora ninguneado, que firmó allí mismo la donación a Valencia del cauce del Turia... Cuando ya le he dado todas las vueltas que he podido al dichoso asunto, suena el teléfono. Es una voz amiga y entrañable: la de Fernando Martínez Castellano, primer alcalde democrático de Valencia, el veterano ejecutivo comercial que en pocos años, mediante un compromiso social personal, dejó un trabajo bien remunerado y se metió en la responsabilidad irrepetible de encabezar la lista socialista al Ayuntamiento.
-Oye Paco, ¿y si el monolito ese se dedicara al 15-J? ¿Sabes lo que quiero decir, no? Las elecciones del 15 de junio de 1977, las primeras de la Transición...
Se me hace la luz. Me alumbra el resplandor de la ilusión con que millones de españoles, en aquella primavera lejana, acudimos a las urnas con la fe puesta en la posibilidad de cambiar un sistema dictatorial caduco por un modelo democrático que lo estrenaba todo. Fueron elecciones constituyentes; eligieron a unas cámaras que tuvieron y resolvieron con fortuna el mandato constitucional.
Sin darnos cuenta, alcalde y periodista, cada uno en su rincón, rejuvenecemos cuatro décadas. Y nos situamos en lo que realmente fue un tiempo de renovación digno de ser vivido. ¿Por qué Compromis y PSOE no rinden homenaje a siglas que recuerdan elecciones o consultas memorables con las que el pueblo cambió las cosas de verdad y por las urnas? Ahí tenemos un 6-D, el día en que fue aprobada la Constitución de 1978. ¿Por qué no se recuerda el 1-M de 1979, o mejor aún el 3-A de ese mismo año que trajo los primeros ayuntamientos democráticos?
Seamos serios. Si la propuesta fuera por esos caminos, Valencia rendiría homenaje a momentos ejemplares de la democracia. Pero prefieren el flato.
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