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No me puedo creer que esté delante del ordenador escribiendo sobre Franco. Pero sí, aquí estoy, empujado por la ¡¿actualidad?! El hispanista Stanley G. Payne ... cuenta que fue censurado por el franquismo y que, hoy, en el ocaso de su vida, puede acabar siendo perseguido por el actual Gobierno por investigar y publicar los hechos históricos con objetividad. Porque durante la conflagración civil de 1936 sucedieron cosas que contradicen el discurso oficial. Discurso oficial elaborado a modo de plan de márquetin electoral, que es para lo que nació y que tan buenos resultados ha proporcionado a la izquierda desde la llegada de la Constitución de 1978. Tan buen resultado que ante la ausencia de programa, propuestas o logros económicos harán saltar el espantajo franquista las veces que haga falta. Bueno, a Franco, a José Antonio, a Queipo, a los Fijosdiscontinuos y a los Nadierepitecurso; éxito laboral y educativo garantizados. A partir de ahora, con la ley de «memoria democrática», se sancionará penalmente a aquél que exalte la figura del general ferrolano. Los más cerriles dirán que con esta norma por fin van a dar la cara todos esos nostálgicos que aún se esconden en la madriguera, número de los cuales coincide más o menos con el de fascistas españoles, que vienen a suponer la mitad de la población. O más. El resto, «franquistas sociológicos». Vamos, todo aquél al que se le ocurra afirmar que esta estrategia no conduce a nada más que al enfrentamiento y a la división, que fulminar una cruz cristiana que señala el lugar del asesinato de religiosos, empresarios, terratenientes, profesionales liberales o derechistas es un acto de inequidad o que la II República no fue ni tan legítima ni tan angelical. Casi medio siglo después del fallecimiento del dictador, y 83 años después de la finalización de la Guerra Civil, parece ser que el pueblo sigue necesitado de una curación administrada en monopolio por los únicos demócratas fetén, los partidos de la izquierda. Miren que les está costando, porque llevan dando la turra más de cuatro décadas. Quién nos iba a decir hace unos pocos años que una alabanza a la política hidrográfica del franquismo podría acabar siendo un acto subversivo y un grito de libertad contra la mordaza del Estado.
Pues sí, la planificación hidrológica de Franco fue un éxito, Pemán escribía muy bien, de la Cierva fue un ingeniero brillante y el Plan Sur funciona. Ahora, me quedaré sentado detrás de la puerta esperando a que vengan a por mí. Por favor, no erijan un monolito en aquel lugar donde me vaporicen. Total, algún alcalde con gafas de pasta y el C1 de 'valenciano' lo mandará tumbar...
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