Urgente Junqueras anuncia el pacto con el Gobierno para condonar a Cataluña el 22% de la deuda autonómica

Ando algo preocupada, me invade cierta inquietud. Será porque he superado la barrera de los 45 años o que gracias a las cookies me he ... convertido en potencial cliente de las compañías de seguros de decesos. ¿Por qué lo sé? Porque en mi bandeja de entrada del correo electrónico permanecen abiertas tres ofertas diferentes al respecto. Me da que pensar. En todas aseguran que hasta para morirse conviene tenerlo todo previsto. Es decir, al menos morirse sin complicar. Y es que no se puede bajar la guardia ni para cruzar al otro barrio.

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Como para casi todo en esta vida -para casarse, incluso para poder divorciarse- irse al más allá requiere de cierta liquidez económica. Pregunten si no han tenido la desgracia de experimentarlo de cerca, pero palmarla no sale nada barato y si le añades heredar, el regalito que le dejas a los tuyos es mayúsculo. Y es que nos cuesta mucho hasta morirnos. En todos los sentidos.

Me pregunto si conviene recuperar las viejas costumbres que practicaban nuestras sabias abuelas como pagar mensualmente el Ocaso, empezar a hacer algún aparte en el sobre del cajón o, por ser más modernos, atender con diligencia las llamadas de números desconocidos por si recibes una buena oferta que permita afrontar esta irremediable situación con cierta solvencia.

Porque además del presumible vacío y tristeza que puede acarrear tu pérdida, el día después empieza para los tuyos un calvario de papeleos, decisiones, trámites infinitos que se acaban tomando sin querer y que resultan todavía más desagradables de gestionar. El negocio de las funerarias es un tema aparte porque de tan seguro y exitoso que resulta permanecen ajenos a un mínimo revisionismo de sus métodos y procedimientos.

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Con todo y si dispones de tiempo, lo importante es asesorarse lo mejor posible para dejar ciertas cuestiones de intendencia casera en orden. Más que nada por la tranquilidad de los que por aquí se quedan. Porque para empezar y como primera medida los señores de los bancos reaccionan a tu muerte impidiendo el acceso de terceros a tu cuenta corriente por mucho que esos terceros sean tus familiares más directos. Una visita al notario con antelación puede ser decisiva.

Con el discurrir del tiempo llega el sinuoso capitulo de las herencias. No crean que se dispone de tiempo ilimitado para resolverlo: 6 meses prolongable a un año. Hacienda toma el mando a partir de aquí en forma de impuestos que tienen un debe diferente en función de donde se resida. Porque aunque la constitución dice que todos somos iguales ante la ley en esto de heredar se manifiestan serias diferencias. No pagamos todos lo mismo. Las discrepancias son tantas que muchas familias esquivan directamente esta posibilidad y renuncian a sus legítimas herencias porque no pueden asumirlas. Convendría desmontar la crítica fácil de que impuestos como el de sucesiones o donaciones son tasas que afectan sólo a los más ricos porque no es así. Detrás de estos grandilocuentes nombres suele estar el resultado del esfuerzo de toda una vida de trabajo. Que menos que se cumpla la última voluntad de quien lo hizo posible. ¿No les parece?

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