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Desde hoy y hasta el 25 de marzo, cualquier vecino puede presentar alegaciones a la ordenanza de Movilidad, una normativa que sustituirá a la vigente desde 2010. Ocho años es mucho tiempo, sobre todo en todo lo relacionado con el tráfico, el transporte público y los viandantes.

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Será con seguridad la última normativa que apruebe el alcalde Joan Ribó este mandato, tanto por el calendario como por el interés del gobierno municipal en este asunto, dado que estos cuatro años se ha hablado mucho de estos temas. La guerra abierta contra el coche y por extensión los conductores se han realizado con apenas disimulo, con la única excepción de la apertura del aparcamiento de la plaza Ciudad de Brujas.

Los plazos irán muy justos porque menos de dos meses parece poco para las alegaciones que se esperan. La Federación de Vecinos ha anunciado que presentará alternativas, lo mismo que la Asociación de Comerciantes del Centro, pero apostaría sin temor a perder que la ordenanza se aprobará sí o sí. Dejar el proceso a medias sería un fracaso en toda regla para Compromís.

Del contenido ya se ha hablado mucho los últimos meses, desde que la concejalía de Movilidad entregó el borrador a los servicios municipales para que plantearan objeciones, lo que pasó después con los partidos de la oposición. Es conocida la oposición de la Policía Local a la aprobación de algunas novedades en la circulación de bicicletas, por ejemplo.

No obstante, conviene recordar algunos de los aspectos más polémicos que ahora volverán a estar debajo del foco de la actualidad. Las restricciones de acceso por razones medioambientales son un aviso de lo que puede llegar, más bien por el fracaso del transporte público que por exceso del tráfico. La salida de la crisis no ha servido para una mejora sustancial entre Valencia y su área metropolitana, donde se encuentran buena parte de las causas de los atascos sufridos en la ciudad. La Conselleria de Transportes ha estado lenta y de cruces para dentro, la única novedad ha sido la reactivación de la línea de tranvía y metro entre Nazaret y el centro, de manera muy oportuna a unos meses de las elecciones. ¿Dónde están las mejoras para fomentar los vehículos compartidos como bicicletas, coches y motos eléctricas entre Valencia y pueblos tan limítrofes que apenas hay que cruzar una calle?

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No resultará polémica, pero también será una novedad la reducción de la velocidad máxima en multitud de calles, en concreto a 30 kilómetros por hora en las que tengan hasta un carril por sentido (descontando carriles ciclistas y el carril EMT-Taxi). Los accidentes por pisar demasiado el acelerador son una sangría para las ciudades, como insiste la Dirección General de Tráfico. El inicio de los controles con radares en cuatro túneles desde el pasado viernes no es baladí, sino que responde a este problema.

Otra novedad en este sentido serán las calles residenciales, con un límite de 20 kilómetros por hora y preferencia de paso para los peatones, ciclistas, además de patinetes y sus derivados. Ojo con este artículo que supondrá un cambio sustancial para los conductores, al igual que las áreas de prioridad residencial, donde hará falta una autorización para entrar con vehículos particulares o de reparto. La primera y única del mandato no acaba de arrancar, al estar atascada la entrada en servicio de las cámaras de reconocimiento de matrículas.

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Ya está contemplado en la Ley de Seguridad Vial, por lo que sorprende el apartado de las denuncias voluntarias en la ordenanza, donde se detalla el procedimiento para que un particular proponga una multa, además desde el anonimato para el denunciado. En principio se puede entender como un instrumento para sancionar las actitudes más incívicas, pero tiene un reverso peligroso, como el de las venganzas personales o «guardias de tráfico» que se dediquen a patrullar la ciudad móvil en mano para fotografiar vehículos mal estacionados. Siempre me he fiado más de la profesionalidad de la Policía Local.

Pero donde más novedades presenta la ordenanza es, por supuesto, en las bicicletas. Ya he escrito otras veces mis dudas sobre que las bicicletas puedan ir en sentido contrario en las calles de un carril, o que puedan ir por fuera del carril ciclista. Es fácil imaginar los accidentes que se puedan producir por estos motivos. Para lo primero solo se permitirá si está señalizado, por lo que es de esperar que el Ayuntamiento sea prudente, al igual que para rectificar el permiso de que circulen por calles peatonales.

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