Observo el fútbol desde la distancia de alguien a quien no le gusta este deporte. Ya lo siento, me es indiferente. No estoy solo. Somos muchos a los que no nos interesa nada lo que sucede alrededor del balón aunque hacemos menos ruido. Cuando se ... juegan campeonatos mundiales, como sucede estos días, casi tenemos que pedir disculpas por no sufrir en los tiempos de penaltis ni por no celebrar a lo loco cualquier victoria. Desde fuera se es consciente de que los excesos, a un lado y a otro, no llevan a ninguna parte y menos con algo tan volátil como una competición internacional, pendiente de tantos factores.

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España ha sido eliminada del Mundial. Imposible no haberse enterado. Uno puede vivir ajeno a muchas cosas, pero el fútbol no es una de ellas. Lo que sucede en torno a él, sobre todo si está la selección de por medio, ocupa portadas, tertulias, charlas de ascensor y conversaciones variadas. Ha sido realmente imposible huir de cada partido. Mientras se disputaba el España-Alemania yo estaba leyendo tranquilamente en mi casa. Cuando de pronto escuché una algarabía que llegaba más allá de las paredes no me costó adivinar que el encuentro se había puesto a nuestro favor por un gol. Enseguida, de este modo casero tan peculiar y sin ni siquiera poner en marcha el televisor, deduje que nos habían empatado. No hubo nuevos alborotos, por lo que me incliné a pensar que la cosa había quedado en tablas. Y así fue.

Existe un tipo de personas que normalmente no muestran ninguna atención a lo que tiene que ver con el fútbol pero que en acontecimientos especiales se ponen la camiseta para padecer o celebrar lo que pasa en los campos. Y así fue cómo, arrastrado por alguien así, terminé viendo la contienda contra Marruecos. Me aburrí soberanamente. No fui el único a juzgar por lo que leí en grupos de whatsapp y en redes sociales. Leo que el país africano nunca había llegado tan lejos en una tesitura como esta. Que fue líder de su grupo y que por primera vez estará en fase de los cuartos de final. Creo que este tipo de sorpresas favorecen los eventos deportivos, muchas veces lastrados por favoritismos y por resultados previsibles. Lo ideal sería que nadie perdiese la esperanza de ganar y que se empeñase en ello con todos sus recursos.

Uno puede vivir ajeno a muchas cosas, pero el fútbol no es una de ellas

No seré yo quien a estas alturas me ponga a dar lecciones de nada, algo bastante habitual en este tema. Todo el mundo lleva un entrenador dentro. Los hay que no son capaces de chutar una pelota pero tienen clarísimo desde su sillón que combinaciones son las más apropiadas y qué jugador no debe faltar nunca en una lista. Esas mismas personas pueden, sin despeinarse, cambiar de opinión en cuestión de días. Braman contra Luis Enrique cuando anuncia los convocados, lo eleva a los altares cuando consigue una goleada contra Costa Rica y vuelve a maldecirlo tras la primera derrota. Nada cambia, mundial tras mundial.

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