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Musas trasnochadas

COMO UN AVIADOR ·

Lunes, 1 de marzo 2021, 07:08

Victoria Abril regresaba a escena la semana pasada con unas desafortunadas declaraciones en torno a la pandemia en la que andamos inmersos y al coronavirus que ha puesto en jaque a la sociedad actual. No solo porque tergiversaba y sacaba fuera de contexto datos y obviaba el trabajo de miles de expertos que cada día tratan de concienciar sobre el virus, sino porque además, con sus palabras, menospreciaba el dolor de todos aquellos que se han enfrentado a esta lacra, sea un grupo más o menos numeroso si se compara con otras enfermedades.

La actriz comparecía por el premio Feroz de honor que la asociación de periodistas cinematográficos de este país le ha concedido por su exitosa carrera. Aseguraba en la rueda de prensa a propósito del galardón que llevaba un año callando su opinión sobre los efectos del covid y uno se preguntaba por qué razón había decidido romper su silencio, ya que, desde luego, en el foro donde había sido convocada nadie esperaba que hablase sobre ese tema, sino de otros vinculados a sus películas. Estoy convencido de que si los periodistas hubiesen tenido interés en que alguien les hablase en profundidad sobre ese tema habrían tocado otra puerta.

Había una soberbia recurrente tanto en sus primeras afirmaciones fuera de tono, como en las que llegaron después, cuando los organizadores trataron de desviar la conversación a los derroteros para los que la habían citado, así como en otras entrevistas concedidas por el reconocimiento cinematográfico.

No deja de ser simbólico que algunas figuras hayan llegado a la actualidad con discursos tan pobres

Cada uno es muy libre de tener una opinión propia sobre cualquier asunto, faltaría más, sea esta mayoritaria o completamente marginal. Pero conviene echar mano de la responsabilidad y de la sensibilidad a la hora de expresarla, por la confusión que puede crear y por el dolor que es posible que genere. Estas dos últimas son razones de peso a la hora de moderar algunas respuestas y para reservarlas a ámbitos reducidos en los que se maticen y rebatan adecuadamente.

No deja de ser simbólico como algunas de las figuras más relevantes de la venerada modernidad de los años ochenta (que tuvo en la movida madrileña su principal escaparate) han llegado a la actualidad con discursos pobres y trasnochados, que se deshacen en cuanto indagas un poco en ellos. «Entra en el internet y aprenderás cosas», decía la Abril.

No he podido evitar recordar a Carmen Maura, otra musa de la época, cuando se lamentaba hace unos meses de que los avances del feminismo estaban provocando que ahora a las mujeres «un obrero no nos dice un piropo desde un andamio ni de coña». Por no hablar de los microchips de los que alertaba Miguel Bosé basándose en la nada.

A algunos iconos les va a pasar factura no madurar sus reflexiones antes de compartirlas con un mundo que ha cambiado mucho más que ellos.

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