No es que la Navidad haya llegado con un mes de adelanto a Compromís, es que incluso ya se ha celebrado el sorteo de la lotería (de Compromís) y le ha tocado, mira tú, (a Compromís). A falta apenas de la cabalgata de reinonas magas republicanas con la que tanto navideñea nuestro alcalde mayor, pese a que falten los uniformes, las correas y las carrozas estalinistas de su versión original. En resumen, las mismas administraciones que mueven el bombo de las subvenciones han resultado ser las agraciados de este 2018 que ya se nos escapa gracias a la fortuna de sus entidades afines; principalmente el sindicato político/educativo del nacionalismo, Escola Valenciana, y la agencia de propaganda del independentismo en Valencia, Acció Cultural. Ambos, junto a otras entidades secundarias pero no menores, han recibido más de un millón de euros de ayudas públicas en apenas quince días, como si no hubiera un mañana, o les asaltara a ratos el terror a perder las elecciones. La técnica ha sido copiada precisamente del anuncio de la lotería de este año, con ese tipo hosco y gafe que vive en el día de la marmota y le toca el Gordo innumerables veces consecutivas, jornada tras jornada, hasta que llega a saciarse. Aquí todavía no sabemos si el entorno civil compromisero ha alcanzado ya el punto de saciedad o le queda cuerpo para vivir nuevas repeticiones del 22 de diciembre hasta reventar de gula y acaparamiento. En el anuncio de la tele, bien podrían salir Oltra, Ribó, Marzà o Rius entregándole afanosamente décimos de la suerte a sus beneficiarios; acreditando que se puede gobernar con la misma discrecionalidad que los juegos de azar. Morera en cambio no dispone de gracia presupuestaria para ayudar a los suyos, así que sólo puede participar en el spot navideño en calidad de extra, tocando la pandereta, la zambomba, o, por hacer país, en posición de entusiasta caganer. Por patriotismo. De hecho, acaba de evacuar una deposición trabajadísima y bien decorativa para celebrar la vuelta del cuadro de la batalla de Almansa al belén de Les Corts. Ahora lo comentaremos; décimos para darle al tío Eliseu Climent no tiene, pero a voluntad no le gana nadie.
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Las tornas se han vuelto del revés. Durante treinta años, el pujolismo ha financiado a esos primos valencianos, pobres pero agradecidos y con unas ganas locas de considerarse de la familia; cada vez que subían a Barcelona llevaban un cesto con auténticos huevos de corral y sabrosos tomates de la huerta, para que la Marta dispusiera en la cocina y los chicos tomaran conciencia y valor de los otros países catalanes. Para los chicos era como hablarles del más allá, porque el padre Jordi ya se daba cuenta entonces de que los chicos ya de niños eran sobre todo unos pijos del carajo. Durante tres décadas, el pujolismo ha pagado las embajadas de su proyecto nacionalista en la Comunitat, treinta millones de euros, cinco mil millones de las antiguas pesetas, sin que nadie haya acabado en un proceso judicial. Poco dinero en realidad, a cambio de promover el colonialismo político y cultural en el llamado país valenciano y tener una nómina de servidores bien dispuestos, considerados a sí mismo poco menos que como unos afrancesados ilustrados frente a la barbarie de la valencianía dominante. Y en efecto era el mismo servilismo que el de los afrancesados aquellos; con tanto complejo de superioridad con sus semejantes como de inferioridad respecto al pequeño Bonaparte catalán.
El procés ha roto todo esto. La metrópoli ya no puede sufragar estas necesidades ni seguir tirando de chequera sin control. Y entre pagar una embajada en Valencia u otra en Berlín, tú me dirás Eliseu. Los primos del pueblo han tenido treinta años para crecer y funcionar por ellos mismos y afortunadamente en 2015 las instituciones valencianas cambiaron de manos. Ahora son las colonias las que sirven de bastón al proyecto independentista. Valencia, tierra de promisión y exaltación de los políticos encarcelados. Lazos amarillos. Un millón de euros en quince días. Mucho más en los últimos tres años. En realidad, el dinero que Compromís entrega a terceros es como si se lo diera a sí mismo. El conseller Marzà pertenece a Escola Valenciana y los principales miembros de su gabinete fueron escogidos de Escola Valenciana. Ribó, Morera y los demás son socios de Acció Cultural. Sí, les acaba de tocar el Gordo, con la salvedad de que también son los responsables de mover el bombo de la fortuna.
El episodio de Enric Morera es delicioso por su psicología implícita. Cuando retorna el famoso cuadro de la batalla de Almansa a Les Corts, tras una cesión temporal, el equipo de Presidencia actualiza el letrerito que lo acompaña en la exposición, la cartela. Y ahí, guiados por la misión y henchidos de patriotismo, escriben que en aquella lucha se enfrentaron austracistas contra borbones y más en concreto valencianos contra españoles. No pierden ocasión para oponer Valencia contra el resto de España, conforme al dictado catalán. Pero es que la mentira es colosal y por repetida digna de Goebbels, a quién tanto deben los nacionalistas. Una mentira total y consciente a la que se le une luego otra mentira más pequeñita: «es que... lo cogimos de la wikipedia». Falso también. Morera, sin escapatoria, sorprendido, todavía inclinado y con la deposición justo debajo, sólo pudo salir con su bonhomía habitual: oye lo cambiamos, «no hay problema, no me dedico a eso y no hay problema de mirar lo que figura en la ficha y utilizar ese texto». O sea, detrás de la mentira, la sublime cobardía, y ya siento escribirlo así de alguien tan sociable, pero no se puede llamar de otra manera su lamentable papelón. A la manipulación torticera inicial, le sigue una falta de gallardía colosal y sonrojante. Pero, ¿cómo que no se dedica a eso? Si no hacen otra cosa, cada cual donde le toca. Unos tienen la pasta para financiar la causa y que todo el año sea navidad. Otros como Enric Morera, aunque los suyos lo han marginado del todo, siempre le queda cumplir como buen devoto allí donde pueda y le dejen. Como las figuritas del belén.
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