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Al Gobierno de España hay que reconocerle que le está tocando capear escenarios inéditos . Lo mismo podrían haber consultado con Nostradamus para planificar la legislatura en lugar de con Iván Redondo. Nunca es tarde y no estaría de más revisar las predicciones del boticario francés ... porque el año todavía no ha acabado. «Veremos el agua subir y la tierra caer debajo de ella», avisó. Ojo, que ya nada nos parece imposible.
Los epidemiólogos han pasado a un segundo plano ante la tragedia sucedida en La Palma, pero han entrado en acción los vulcanólogos, que andaban 50 años aguardando su turno, desde la erupción del Teneguía en la misma isla en 1971. Ya que van a los platós lo mismo les podrían preguntar por financiación autonómica y ultraderecha. Si los contertulios habituales de las teles ahora hablan también de volcanes por qué no se iba a dar un trasvase en la otra dirección.
La pandemia y lo ocurrido en Canarias cuentan, sin embargo, con una figura en común, la del negacionista, que ahora surge y se reivindica ante cualquier circunstancia. Negaron la existencia del coronavirus, negaron que las vacunas fuesen la solución y ahora niegan los volcanes. Por increíble que parezca también existe este subgrupo, que supongo que terminará negando los océanos, el sistema planetario y hasta la madre que los parió.
Las redes sociales se han salpicado en los últimos días con opiniones sorprendentes de sujetos que afirman que la erupción del volcán no se debe a un fenómeno natural, sino que es un incidente provocado. ¿Por quién? Por las élites, esa masa ambigua que también había expandido el virus chino y se había encargado de exagerar sus efectos. Entre sus argumentos esgrimen que la lava no está saliendo por donde debería o que no tiene el color que se esperaba. Obviamente exponen lo que exponen sin fundamento, porque es lo bueno de twitter, de facebook o de whatsapp, que uno puede verter mentiras y odio sin demasiado control.
Cabe recordar que los negacionistas también asomaron la patita cuando Filomena dejó blanca Madrid, diciendo que aquello no era nieve sino plástico ya que no se derretía al prender un mechero. A los nivólogos les tocó explicar por qué el fuego vuelve negra la nieve.
El negacionismo se ha convertido en una especie de acto de rebeldía, en una burda forma de protestar -iba a decir luchar, pero no se lucha delante de un ordenador poniendo un tuit- contra el sistema, contra un sistema que parece propio de cómic por el poder que esta tribu le otorga.
Negar un problema es una manera básica para no enfrentarse a él. Es cobarde e infantil, pero cada uno gestiona sus neuras como quiere. Otra cosa es cuando tu discurso intoxica y genera ruido a tu alrededor, aunque es posiblemente lo que persigue los que han tomado la negación como leitmotiv de vida. Qué cosa más triste lo de vivir en el no.
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