La neutralidad ante un asesinato se llama complicidad
UNA PICA EN FLANDES ·
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UNA PICA EN FLANDES ·
Un hombre enorme y brutal, armado hasta los dientes, se abalanza sobre otro, desarmado y mucho más débil, le roba la cartera y lo empieza a asesinar ante nuestros ojos. ¿Cómo se reacciona? Si nos entrometemos en el asesinato es muy posible que nos llevemos una cuchillada. Vale, pues eso no. ¿Insultamos al agresor? De este modo heriremos sus sentimientos y quizá lo disuadamos de continuar con el crimen. Pero ¿y si el matón no tiene sentimientos? Ya, en ese caso nuestros improperios tampoco resolverán nada. Pensemos rápido porque si no terciamos al agredido le lloverán los navajazos. Podríamos mostrar nuestra solidaridad a la víctima y ofrecernos a curarle las heridas e invitarle a cenar, claro que tal respaldo tampoco ayudará mucho si el atacado se desangra.
Entonces, alguien propone: ¡que negocien! O sea, que el que está dando puñaladas deje de darlas, a cambio se lleve el dinero del apuñalado y se largue sin disculparse. De eso va la negociación, ¿no? Ambos ceden algo: el malo se ahorra el tiro de gracia y el bueno entrega las tarjetas de crédito de su billetera, por ejemplo. No parece justo, el asaltante habría logrado así todos sus objetivos. Cuando se tiene una bota sobre el cuello lo único que cabe negociar es la rendición. Conque yo digo: si no vamos a intervenir para detener el robo con homicidio al menos démosle con qué defenderse al que está siendo asesinado. Y los mismos que reclaman la negociación me responden: ¡no lo hagas!, incrementarás la violencia del «conflicto». Obvio, los «conflictos» son mucho menos violentos cuando sólo dispara uno, la mitad de violentos para ser exacto.
La equidistancia y el «No a la guerra» ante la conquista rusa de Ucrania son inmorales. No puedes mantenerte equidistante y situar en el mismo plano moral al invasor y al invadido, exactamente igual que no puedes hacerlo con el violador y la violada o el terrorista y sus cadáveres. Y tampoco puedes oponerte a una guerra en defensa propia. Sostener el «No a la guerra» de Ucrania es lo mismo que apoyar el «Sí a la guerra» de Putin. A los ucranianos no los matan por su tierra, sino porque aspiran a disfrutar de nuestra democracia, libertad y estilo de vida. El pueblo de Ucrania sucumbe abrazado a la bandera de la Unión Europea, su lucha es nuestra lucha y su muerte nuestra muerte. Ahora mismo todos los europeos somos ucranianos y Putin se merece un juicio de Núremberg. La neutralidad entre un asesino y su víctima se llama complicidad.
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