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El último incidente relacionado con Neymar -futbolista tan espectacular en el terreno de juego como habitual de las páginas rosa y también de las de sucesos- se produjo durante y al final del encuentro entre su actual equipo, el PSG, y el Montpellier, a raíz de que el árbitro le mostrara la cartulina amarilla tras intentar su famosa 'lambretta'. La razón: no debe menospreciar a los rivales con este tipo de filigranas (que parecen más propias de un circo o de los artistas callejeros que en los pasos de peatones intentan ganarse unos euritos con sus habilidades que de los terrenos de juego). El caso es que el acabar el partido, el delantero brasileño se encaró con el colegiado («el trencilla» que decía José María García) para pedirle explicaciones por una tarjeta que consideraba injusta ya que él, se defendía, no había cometido ninguna infracción. En el fragor de la discusión, el exhombre de negro le pidió que le hablara en francés (que para eso están en Francia) a lo que Neymar le contestó que se tomara algo y terminó la discusión haciendo gala de su acreditada y exquisita educación: «mi culo habla francés». La pregunta que se plantea es, ¿debe un futbolista aprender la lengua del país en el que juega? Y si pasamos de lo estrictamente futbolístico a un espacio más general, ¿deben los inmigrantes aprender la lengua del país en el que viven? La respuesta es aparentemente sencilla, otra cosa es su puesta en práctica: en el caso de un futbolista que, como Neymar, es un nómada que hoy está en Francia como ayer estaba en España y mañana estará en Inglaterra, Italia, China o donde le paguen más, es un tanto absurdo exigirles un conocimiento de un idioma que no van a tener tiempo de hablar porque cuando adquieran cierta soltura ya estarán en otro destino. Cuestión distinta es la del inmigrante que viaja a un territorio con ánimo de quedarse a vivir, de establecerse, de formar un hogar, de como se suele decir echar raíces. En este supuesto es no sólo exigible sino totalmente recomendable, al igual que una cierta integración en costumbres, fiestas y entidades, sin que eso suponga renunciar a su cultura de origen. En el apasionante debate entre el fomento del multiculturalismo que unos predican y la conservación a ultranza de la tradición nacional preexistente que otros defienden tal vez sea conveniente introducir ciertas dosis de racionalidad y sentido común (que nunca deben faltar) y evitar el recurso a los excesos (que siempre están de más). No, no creo que Neymar deba hablar francés, como tampoco creo que una 'lambretta' sea una desconsideración hacia un rival. Lo cual no quita para que el brasileño sea un perfecto maleducado.
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