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El año 1942 fue estupendo para venir al mundo. Eran tiempos duros, de escasez, camisa azul y represión; y encima, la guerra mundial y sus secuelas. Pero el que nacía, llegaba bajo el signo de la esperanza: una familia, convencida de que había que construir un mundo nuevo, recibía una niña o un niño para levantar el futuro. Una boca más que alimentar y una canastilla que se adornaba de azul o rosa, según el sexo-sorpresa, porque eso del color entonces aún se miraba.

Casi todos los niños nacían en casa, con caja tocológica y aguantoformo, como estaba previsto. El Jalifa de Tetuán, que ahora mismo no se decir quién era, visitó la Feria de Muestras en 1942 e inauguró un puente que habían construido desde la terraza Rialto a las Montañitas de Elío. Con eso, y con los derribos para abrir la avenida del Oeste, está dicho casi todo sobre un año hecho de gasógeno y paciencia.

Los veteranos de 1942 en adelante van a ser protagonistas, desde hoy mismo, de lo que los periódicos llaman la Semana Crucial de la vacunación. Una semana en la que la Generalitat quiere dar un estirón a la batalla de las inoculaciones y entrar con pie firme en la franja de los que tienen más de setenta pero menos de ochenta, que son gracias a Dios muchísima gente. Si echamos la vista atrás, es una generación de gente dura, berroqueña incluso, que hizo largas colas en brazos de una madre que llevaba la cartilla de racionamiento en el delantal. Una generación de brasero y tranvía a la Malvarrosa que fue alimentada al pecho, como toda la vida, aunque gracias a los esfuerzos de un padre pluriempleado y una madre ahorradora pudo disponer, desde 1944 en adelante -¡y a qué precio!- de una joya de la casa Nestlé llamada Pelargón. Siempre que se pudo, aquellos niños de los cuarenta tomaron harina lacteada como complemento. Papillas de Pelargón para criar niños robustos, creo que decía el anuncio.

Y a renglón seguido, señora Barceló, una rosca de pan con aceite y sal, o con vino y azúcar. Eso, más algún capón en la escuela, la mili y el servicio social, dio como resultado una generación hecha a la paciencia, pero muy exigente con sus derechos y deberes; que se maneja mal con la informática pero que va a estar muy atenta al turno del SMS para señalar posibles incidencias. Por eso los periódicos están diciendo, señora consellera, que es una semana de gran importancia, de cara o cruz. De credibilidad o crítica. Porque todos ellos, cumplidores a rajatabla de las normas, esperan ahora, con serenidad, ser vacunados al fin. De modo que, reclamaciones aparte, si todo va bien, pueden salir auténticos forofos de la campaña valenciana de inmunización.

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lasprovincias Los niños del Pelargón