El partido lo ganó el equipo con mejor banquillo y, claro, con más millones. A pesar de la derrota fue una noche mágica.
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Y lo fue por muchos motivos. Volvíamos a Mestalla a vivir un gran partido, de esos que marcamos en la agenda cuando ... sale el calendario de la Liga. Era una noche especial en la que el gusanillo rondaba el estómago desde unos días antes. A pesar del día y la hora el ambiente fue casi como los de antes.
El aspecto que ofrecía el estadio ponía los pelos de punta, no sólo por pensar de donde veníamos y por lo que hemos pasado sino también por volver a vivir ambientes así. Era tal mi nerviosismo porque llegara la hora del partido que dos horas antes me presenté en los aledaños de Mestalla para vivir el ambiente.
Parecía como si no hubiese pasado nada. Miles de aficionados jaleaban a los jugadores a la llegada del equipo. Las distancias y las mascarillas parecían haberse quedado en casa. Por una noche nos olvidamos de las restricciones para vivir con la pasión que la pandemia nos había quitado una gran noche de fútbol. Familias al completo volvían a Mestalla y los bocadillos volvían a ser los protagonistas de una noche futbolera, eso sí, en las aceras y en los bares, porque dentro del campo no se puede comer.
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No me compré la entrada en mi localidad habitual por su desorbitado precio. La única ventaja que tiene este sistema de ir comprando entradas para cada partido hasta que podamos entrar con el pase, es que vas viendo Mestalla y el fútbol desde diferentes perspectivas. ¡Y Mestalla es tan espectacular que desde cualquier rincón el fútbol se ve bonito! Empezaba mal la noche con la noticia de la lesión de Gayà. Pero no pasaba nada, manteníamos intacta la fe en este equipo. Y llegó la hora. Ese momento en el que Mestalla ruge cuando el equipo sale al campo, da igual la música que acompañe esa salida, el sonido de Mestalla sólo es uno, el de su afición volcada con su equipo y deseosa de vivir una gran noche de fútbol. Desde mi localidad el aspecto que ofrecía el campo era el de las grandes ocasiones, parecía lleno y es que 30.000 personas después de ver el campo vacío tantos partidos era como si se hubiese colgado el cartel de 'no quedan localidades'. Y empezó el partido y se lesionó Soler.
Y todos pensamos lo mismo. Se ponía el partido más difícil. Aún así seguimos confiando en los que si estaban. Y se rompió también Correia y no dábamos crédito a lo que estaba pasando. Pero seguimos animando a los que tenían que sacar adelante el partido. Este equipo ha recuperado lo que había perdido los últimos años, esa entrega, esa garra, esa fe en que se puede a pesar de las adversidades, todo eso lo percibió la grada que se dejó el alma en llevarles en volandas.
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A pesar del gran aspecto que presentaba Mestalla noté cierto vacío en la zona donde se ubicaba la Curva Nord y luego la denominada por el club 'Grada Joven'. El aspecto que presentaba esa zona del campo, vacío y desangelado, no ayuda a crear el mejor ambiente para poder intimidar a los equipos que nos visiten. Hace falta esa animación pero, sobre todo, hace falta solucionar ese problema de una vez por todas.
Y acabó el partido. Y con la derrota volví a casa un domingo por la noche casi de madrugada. Rabia, pena, impotencia, me acompañaron en el trayecto. Sensaciones que muchos compartiréis conmigo. Pero toca levantarse y hoy en Sevilla tenemos una buena oportunidad. En esta liga nadie es mejor que nosotros y el entrenador y los jugadores lo saben. No hay mejor bálsamo contra una derrota que una victoria.
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