Todo cambio en el ministerio episcopal en una diócesis supone un tiempo de análisis y de esperanza. Se pone la mirada hacia el pasado y se vive el futuro con esperanza.
El nuevo arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent Vidal conoce muy bien nuestra Iglesia ... diocesana, nació en ella, se crió en ella y vivió, como sacerdote y obispo auxiliar en ella. No llega hasta nosotros un desconocido. El nuevo arzobispo de Valencia llega a la diócesis con una identidad y características propias que ha relanzado el cardenal Antonio Cañizares.
Valencia es una de las diócesis más grandes de España en número de habitantes destacando la gran participación y riqueza humana en ella existente: son varias las universidades de la Iglesia que imparten sus enseñanzas, y decenas de miles los alumnos que estudian en los centros -universitarios y no universitarios- cuya titularidad es de la diócesis.
Según datos oficiales, la diócesis de Valencia está organizada en 8 Vicarías Episcopales territoriales, y una personal, 34 arciprestazgos y 640 parroquias (además hay 65 anejos y 375 iglesias no parroquiales). La diócesis comprende 329 municipios (266 en Valencia y el resto en Alicante), para 2.844.931 habitantes; 651 parroquias; 67 colegios; 960 sacerdotes diocesanos y 156 religiosos; 47 seminaristas; 9.290 catequistas; 1.956 religiosas y religiosos; 288 monjes y monjas de clausura, en 24 monasterios; 278 misioneros repartidos por el mundo y 36 diáconos permanentes.
Además la diócesis, tiene un centro para promover el trabajo y 30 para mitigar la pobreza; 27 centros de menores y jóvenes, 2 para la defensa de la vida; 1 centro de rehabilitación para drogodependientes y 8 de asistencia a emigrantes y refugiados; 55 casas para ancianos y enfermos crónicos y 2 centros para la promoción de la mujer y víctimas de violencia. A todo esto hay que sumar los 5.000 voluntarios de Cáritas, los 259 de Manos Unidas y los 16 proyectos de cooperación al desarrollo en el mundo.
Al contemplar esta realidad sociológica se descubre una diócesis viva dotada con identidad propia, aunque no se hayan logrado ciertos objetivos buscados por algunos sectores más progresistas: una mayor participación. Por otra parte se echa en cara un excesivo conservadurismo y, en su última etapa, un acercamiento a sectores ultracatólicos.
Desde que fue nombrado obispo, primero auxiliar de Valencia y después de Tortosa, monseñor Benavent Vidal ha vivido en permanente seguimiento radical de Cristo: En su vida y ministerio, el nuevo arzobispo siempre ha manifestado una conversión pastoral a Jesucristo y una decisión consciente de abandonarlo todo para seguir a Cristo. Lo que toca como obispo.
Porque no ha ido a unas comunidades cristianas elegidas por él, sino que ha sido enviado siempre por la Iglesia, y en esta misión recibida de la Iglesia, ha visto un encargo del Señor. Dios le confío el cuidado de su rebaño, y ante este gesto de confianza del Señor, no puedo más que darle gracias y hacer suyas las palabras de Pablo: «Doy gracias a Dios que se fió de mí y me confió el ministerio». Es una gracia del Señor a pesar de que la misión supera su capacidad.
Sobre su vocación al ministerio episcopal hay que contemplarlo desde la labor del obispo en la Iglesia: El Apóstol Pedro nos invita a mirar la meta de nuestra peregrinación, a dirigir nuestro pensamiento al momento en que aparecerá el supremo Pastor, con la esperanza de recibir de Él la corona de gloria que no se marchita. El obispo, en su diócesis, por tanto, tiene la misión de guiar a su pueblo hacia el reino de los cielos. No es misión suya estar al servicio de objetivos intramundanos o de causas humanas.
Monseñor Benavent Vidal llega a su nueva diócesis a ayudar al pueblo de Dios, a caminar por la historia con la mirada puesta en el reino de Dios. El es un hombre de perfil académico y con un profundo bagaje teológico que sabrá valorar las diversas realidades pastorales, educativas y asistenciales de la diócesis.
Monseñor Benavent Vidal recibe como herencia el vigor de la primeras comunidades cristianas de Valencia cuando es martirizado san Vicente el año 304, siendo diácono de san Valero, obispo de Zaragoza; la fuerza de la comunidades eclesiales de la época mozárabe subsistían en Valencia hasta mediados del siglo XII. Junto a esto, es heredero de los momentos de esplendor de mediados del siglo XVI con los santos Juan de Ribera y santo Tomás de Villanueva. Y la valentía de las comunidades testimoniales de la fe que vivieron tiempos de gran agitación, y persecución religiosa en el siglo XX.
Ahora, en esta nueva etapa de la historia de la diócesis de Valencia, de nuevo, vuelve a reinventarse, una diócesis que da la bienvenida a monseñor Enrique Benavent Vidal que con 63 años puede apuntar a un pontificado largo, en el que llevar a cabo las necesarias reformas que no se han planteado todavía para poder vivir desde la fidelidad al Evangelio una vida eclesial. Esto supuesto, la genialidad del nuevo arzobispo de Valencia será un arzobispo muy desconcertante. Muy elogiado por unos y mal visto por otros. Así es, aunque parezca mentira. O pueda parecer una explicación sin pies ni cabeza. Lo cual obviamente es un problema que mucha gente no imagina. ¿Por qué?
El nuevo arzobispo de Valencia viene a compartir, desde las convicciones teológicas más profundas, las inquietudes de nuestro pueblo. Y hablando de la catolicidad de nuestra Iglesia, significa viene a un territorio que tiene una cultura, una lengua propia, y unas costumbres que debe amar y ha de hacer suyas e integrarse plenamente en el lugar donde ha sido enviado.
La diócesis del nuevo arzobispo, a partir de hoy, va a ir creciendo en esperanza. Esperamos no defraudarnos. Sacerdotes, religiosos y laicos miran a monseñor Benavent Vidal con ilusión y esperan que sirva con gozo y solicitud a esta porción del pueblo de Dios, desde el mar a la montaña, con ermitas y santuarios dedicados a la Virgen y a los santos, con hombres y mujeres de fe enraizada, aunque también nadando en una sociedad cargada de secularización e indiferencia religiosa.
Valencia -con sus pueblos y aldeas- anhela que sea padre y hermano para todos los que peregrinamos en esta porción del pueblo de Dios y que el papa le ha confiado: Padre y hermano, sobre todo, de los alejados; que mire con amor la zona del Rincón de Ademuz, la Mariola y la Ribera, la Huerta de Valencia y la Safor... Valencia desea que el nuevo arzobispo vaya a las periferias, y que sea un obispo que pise las calles y visite los pueblos. Que no se encierre en el palacio episcopal; y que reciba a todos, con comprensión y cariño como lo fue el Buen Pastor. Esperamos que trate a todos por igual y si has de favorecer a algunos, que sea a los más pobres, a los marginados, a los excluidos (muchas veces por la misma Iglesia).
Nuestro nuevo arzobispo sabe muy bien que la patrona de los valencianos es la Virgen de los Desamparados, la Virgen Madre de los inmigrantes, de los desahuciados, de los refugiados, de los que lloran y de los que no pueden llegar a final de mes, de los que viven solos. Es la Virgen Madre de los oprimidos, no de los opresores.
Que su palabra desde la fe sea una constante denuncia de la mentira, la corrupción, la injusticia, el fraude y el soborno. Que su palabra sea una denuncia con valentía profética a los que pisotean a los más débiles de nuestra sociedad.
En sintonía con el papa Francisco, nos toca a los cristianos valencianos, en este nueva etapa de nuestra historia como Iglesia a hacer realidad una nueva primavera eclesial, más sinodal, más fraterna y más fiel al Vaticano II. Abramos todos nuestras puertas y ventanas que el invierno ha pasado, ha aparecido una nueva primavera de esperanza.
Que Santa María, la discípula fiel al Evangelio, cuya centenario de su coronación como Madre de los Desamparados estamos celebrando acompañe, en esta nueva etapa de su vida en el servicio episcopal a los cristianos de la diócesis de Valencia.
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