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El final y el inicio del año lo marcan formalmente las fiestas navideñas. Los ejercicios económico y fiscal también terminan y comienzan con el 31 ... de diciembre y el 1 de enero. Personalmente mi año comienza, en convergencia no ideológica con aquellos primeros revolucionarios franceses inventores del vendimiario, el brumario y el fructidor, en el mes de septiembre. Quizá influenciado por aquellos años colegiales -y ahora como padre-, el primer día del curso escolar marca el arranque de mi personal temporada. El arranque del curso político viene a coincidir más o menos con este momento.
Este verano la crisis energética o los grandes incendios forestales han mantenido la tensión política, pero el señor Sánchez ha decidido comenzar tempranamente su curso con una gira por algunos países hispanoamericanos o con algunas convalidaciones parlamentarias y decretos muy ideológicos y podemizados como la ley del «sólo sí es sí», pensando que el sectarismo de este tipo de leyes, peaje de un gobierno de coalición, puede provocar cierto desgaste electoral y conviene alejarlo temporalmente de las elecciones municipales y autonómicas que se van a celebrar en mayo de 2023. A la izquierda no hay quién la supere en la gestión de los tiempos. Y de aquí nace una ilusión para buena parte de la sociedad valenciana: arrebatar el poder regional y municipal a la izquierda catalanista. Bien, hemos probado a que nos gobierne una sociedad entre el catalanismo morigerado del PSPV y el radical de Compromís; el bagaje de estas dos legislaturas ha resultado muy negativo en lo social y muy pobre en lo económico, a pesar del éxito innegable de la elección de Sagunto como sede de la gigafactoría de baterías para automóviles de Volkswagen. Porque no debemos olvidar las oportunidades perdidas para atraer aquellas inversiones huidas de la declinante Cataluña que han recalado en la Comunidad de Madrid o Andalucía y que, por lógica, deberían haber buscado puerto, nunca mejor dicho, en nuestro territorio. Tanta madrileñofobia y resultó que el sectarismo sucursalista y unas políticas tributarias inflexibles han sido los mejores aliados estratégicos de los intereses capitalinos.
Esperemos que los votantes que comprenden el funcionamiento básico de la economía, que construir una nueva identidad alternativa a la tradicional resta, lastra, cuesta y retrasa o que permitirse el lujo de mantener en los cargos de consejera, de secretario autonómico o de alcalde de la tercera capital de España a Mireia Molla, Enric Nomdedéu o Joan Ribó es un lujo que no nos podemos permitir, sean por fin mayoría suficiente la próxima primavera.
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