Puede usted descansar en paz. Y no insinúo, ni mucho menos, que se prepare para criar malvas. No lo deseo. Me refiero aquí a un relajo mucho más placentero y vital del que, aunque todavía no seamos plenamente conscientes, podemos gozar desde ayer: salir a la calle tranquilamente y sin estridentes melodías políticas. Sólo con el ruido de los coches, el habitual griterío infantil y el vocerío maleducado. Se acabó ir esquivando a concejales, alcaldes o alcaldables, asesores y colaboradores varios de la campaña interminable disfrazados con sonrisas forzadas. Hemos pasado, por fin, al lado del no somos nadie. Y, mire: mejor, ni falta que hace ser presuntamente «importantes». Adiós a las chapitas con siglas, los globos, las pulseritas y cutreces por el estilo de merchandising con etiqueta de bazar chino. Ya podemos encender el televisor o sintonizar la radio para disfrutar -o no- de los programas de siempre. Sin debates «decisivos», minutos de oro -de baratija- y discusiones estériles en directo que acaban por arrancarnos los nervios a todos los televidentes. Disfrute de la armonía de una película. Zapeemos sin toparnos con los pretenciosos «yo prometo», «si yo gobierno», «si me vota», «si, si, si, yo, yo, yo» y demás discursos publicitarios con efímera proyección. Haga la prueba: abra el buzón. Seguramente no halle ni una triste carta a su nombre, aunque de haberla, lamentablemente, sea la factura de la luz afectada por las incesantes subidas. Pasee. En breve, si nos agracia con esa suerte la lluvia, caerán a pedazos los carteles y las banderas. Descanse. Baje tranquilamente al bar, descubrirá que los aspirantes a contertulios, politólogos sin estudios y meteorólogos-futurólogos de resultados, que últimamente siempre estaban en la mesa de al lado, se han esfumado. Viva y ría todo lo que sepa. Y si, por una terrible casualidad, ha retenido alguna de las proclamas y promesas vertidas durante los últimos dos meses, bórrelas de su lado del cerebro donde se alojan las falsas expectativas, porque siento afirmarle que no volverá a escucharlas. Bienvenido, de nuevo, a la invisibilidad pública, volvemos a ser meros ciudadanos corrientes y no cifras en sondeos y objetivo propagandístico. Deléitese. Porque, por suerte estamos en Democracia, y ya queda poco menos de cuatro años.
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