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Finalizan los días festivos y debería desaparecer el temor de todas las administraciones a pasarse de frenada por la factura política que podía suponer 'tocar' la Navidad. Y como nada en la vida es imprescindible, nadie ha muerto -que se sepa- por no poder viajar, ni circular desde medianoche, ni asistir a las campanadas en la calle ni por bailar en macro fiestas de entrada de año. Sin grandes celebraciones pendientes, los colectivos sanitarios especialmente los médicos, claman por nuevas medidas más drásticas que frenen una tercera ola que, de seguir así, puede terminar en tsunami. Y con 70.000 fallecidos y más de dos millones de contagiados, ya hemos tenido bastante. Y las cifras dicen que debemos volver a resguardarnos.
Tras el 'relajo' navideño acrecentado por la falsa sensación de seguridad al contar con una vacuna, los expertos alertan de que en unos días aflorarán los nuevos contagios y con ellos la saturación de un sistema que, con una incidencia acumulada de 246 casos por cada 100.000 habitantes, vuelve a dar síntomas de agotamiento. Y si tenemos en cuenta que con los últimos coletazos del Brexit hemos heredado una cepa mucho más contagiosa, hay razones fundadas para tomarlo en serio. Justo cuando Irlanda, Austria, Israel y Francia han decretado confinamientos con cierres de comercios no esenciales, deberíamos poner nuestras barbas a remojar como nos aconseja una OMS que sitúa a España en el «alto riesgo».
Ya nos pasó en febrero con Italia y perdimos un tiempo demasiado valioso. Así que hoy, tras diez meses de aprendizaje, la administración autonómica -porque la central ni está ni se le espera- ya debería saber cómo proteger a la población sin destrozar su tejido productivo. No descartemos que el Consell base su estrategia en un nuevo confinamiento, que si no quiere dar pasos en falso debería ser muy contundente en lo sanitario y generosamente solidario en lo económico. Vamos a asistir a una EBAU que examinará aquello de «no dejar a nadie atrás» y que de momento van suspendiendo. Mientras media Europa ha puesto en circulación 40.000 millones de euros para ayudas a comercios, en España han quebrado 65.000 negocios hosteleros sin haber sido auxiliados.
La tarea no se antoja fácil en medio de un clima de hartazgo social alcanzado tras tanta improvisación y ocurrencia. Hemos aprendido a manejar médicamente al virus y ahora debemos exigir el plan de los gobiernos para 'salvarnos'. Estamos al final de la primera partida y se ha agotado el crédito ciudadano. Game over.
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