Estrenamos marzo con un poco más de oxígeno. Los datos mejoran -los casos activos han pasado en un mes de 72.000 a 14.000- pero no lo hacen tanto como para lanzar las campanas al vuelo. Todavía no. En esta larga batalla se impone, como dice Puig, ir abriendo la mano poco a poco y aplicar buenas dosis de trellat. Las prisas no son buenas consejeras y parece que vamos aprendiendo de los errores cometidos en el verano pasado y en Navidades. Cabe agradecer, por tanto, que se anteponga la salud y la seguridad general a cualquier otro interés por muy licito y justo que parezca. Él, que tantas veces ha sido acusado de timorato, acierta ahora mostrando la cara firme y templada de su carácter y el dominio de la lidia a capote que exhibe frente a las presiones.
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Pero como nunca llueve a gusto de todos, también debemos comprender el enfado de quienes padecen las consecuencias de unas decisiones que pueden no estar suficientemente razonadas. De hecho, si concluimos que el contagio se dispara en los lugares cerrados y con las masificaciones, permitir que unos locales abran (los comercios) y otros no (los bares y restaurantes) no parece muy ponderado. Es prejuzgar que unos empresarios respetaran las distancias y el aforo, y otros no. Tal vez si se incentivara en todos los espacios públicos cerrados el uso de filtros HEPA que hay en buena parte del transporte, se evitaran muchos cierres de negocios.
En la misma condena previa se está metiendo a las manifestaciones del 8M. No se discute la conveniencia de la llamada a la prudencia hecha por la ministra de Sanidad, Barceló, Puig o desde el PP y Cs invitando a que no se celebren este año, pero no deja de sorprender que esta misma profilaxis no se haya tenido también con otras convocatorias que se han realizado últimamente por las más diversas causas, como las de la hostelería o contra el encarcelamiento de Pablo Hasel. Uno podría pensar que se quiere criminalizar o frivolizar las reivindicaciones feministas. Como sino estuvieran en todo su derecho o no hubieran motivos fundados para convocarlas.
Y a todo esto, el lunes se 'aliviarán' las restricciones pero las familias no sabrán todavía si los días de Fallas y Magdalena los niños terminaran teniendo colegio. Desde septiembre -en que se descartó su celebración- y no a dos semanas vista, ha habido tiempo y ocasión más que suficiente para haberlo determinado. Si no resulta apropiado tener elementos que trasmitan 'sensación' de fiesta ¿podría descartar ahora el Consell cualquier modificación del calendario escolar para Pascua? De nada.
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