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Los observatorios son para observar. Luego en el Observatorio de Precios... se observan los precios. ¿Y después qué? Nada, se sigue observando. El Ministerio de ... Agricultura ha convocado para hoy el Observatorio de Precios Agroalimentarios, tras más de año y medio sin reunirse. Ni se acordaban de él, pese a ser, sobre el papel, instrumento esencial para el funcionamiento de la ley de la cadena agroalimentaria, de la tendencia inflacionaria y de la presión política y de la opinión pública alrededor de esta cuestión.
El ministro del ramo, Luis Planas, insiste en que el problema no es de márgenes, como otros miembros del Gobierno señalan, sino de costes, y confía en la moderación de éstos para que la situación vaya mejorando.
Una vez más se comprueba que no hay arrestos para decir la verdad. Ya puede haber observatorios y gente observando, que no lo ven, o no quieren verlo, o prefieren silenciarlo.
El precio de lo que sea sube o baja en función de la ley de la oferta y la demanda. Los costes mandan, desde luego, pero no hay ningún agricultor o ganadero que pueda conseguir la fórmula de oro para trasladar por sí sus costes, salvo cuando en el mercado hay menos de lo que venden. Si hay más, ya puede haber costes así o asá, que la dinámica es a la baja. Ahora bien, resulta obvio que en una situación reiterada de costes altos de producción y precios de venta ruinosos, muchos de los que producen tal o cual cosa van desapareciendo de la escena; luego baja la oferta y, por consiguiente, hay tendencia a que suban los precios. Como al revés.
La leche sube porque han cerrado muchas granjas, hay menos vacas y por tanto menos leche. Y han cerrado por los precios ruinosos que les pagaban. Cuando les han pagado mejor, granjeros que pensaban cerrar han decidido seguir. Aún así, el vaso de leche del desayuno nos cuesta 27 céntimos. No parece inaccesible. Y no dirá ninguna autoridad que no es que suba la comida básica, es que si está muy barata, el abastecimiento no se sostiene.
Tampoco se reconoce que, aparte de la energía, piensos, abonos... están los costes de las exageradas exigencias burocráticas y de todo tipo que ahogan a los profesionales del campo, espantan a sus relevos y marcan el despoblamiento rural que tantos pretenden combatir.
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