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Desde que comenzó a divulgarse que las hormigas contribuyen a difundir las poblaciones del 'cotonet' de Sudáfrica, se ha desatado en muchos ámbitos una guerra ... sin cuartel contra dichos insectos himenópteros que no causan daño directo en los cítricos, pero contribuyen sin duda a incrementar los de sus aliados.
Es una guerra, además, prácticamente imposible, de esas en las que la suerte está echada y se sabe de partida quién va a salir ganando. Desde luego, las hormigas. No hay manera de evitarlas del todo. Si acaso minimizar en lo posible su presencia y efecto en momentos concretos, pero es inabarcable la cuestión, por lo que resulta más llamativo que muchos citricultores desplieguen fervientes obsesiones en su lucha contra los hormigueros, cambiando de unos remedios teóricos a otros y abrazando sin dudar cualquier rudimento de solución que se comente... para volver a reconocer que no lo consiguen, pero sin desistir en sus intentos de encontrar algún día la piedra filosofal.
Deberíamos tener más presente que, según nos dicen los más sabios de la tribu, si ocurriera alguna vez un holocausto nuclear, posiblemente no quedaría erradicada toda la vida sobre la faz de la Tierra, sobrevivirían bacterias y otros microorganismos y quizás algunos insectos; seguramente, entre ellos, las meritorias hormigas, tan disciplinadas y a lo suyo. Así que, por definición, convendría obsesionarse menos con ellas e ir más al grano, porque ni las vamos a erradicar ni toda la responsabilidad del problema del 'cotonet' es suya.
Basta con examinar resultados donde se siguen pautas de pintar troncos para frenar su paso y se realizan pruebas con tal o cual producto, incluido el más reciente recurso: arroz partido como cebo envenenado. Nada de ello es absoluto, aunque cada cosa pueda contribuir a reducir algo de población momentáneamente. Por tanto cabría replantearse estrategias sin empecinarse con nada.
La hormiga siempre 'pastoreó' pulgones y cochinillas para aprovechar sus melazas. Pero antaño se labraba y se regaba a manta, con lo que se destruían sistemáticamente hormigueros, como las puestas de caracoles y de mosca de la fruta, mientras que hoy impera el goteo y el no laboreo. Tengámoslo en cuenta.
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