En octavos pese a Lim

Salir de la sección de deportes me reconcilió con mi perfil de aficionado. El martes me pasé el tiempo añadido del Ajax-Valencia de pie arriba del sofá con mi hijo cogido del hombro. Con el pitido final, empezamos a saltar como canguros poseídos por la borrachera deportiva de una clasificación a octavos de la Liga de Campeones. Durante mi tiempo como cronista deportivo llegó a pesar más la racionalidad que el desenfreno en los partidos de fútbol. Incluso creo que en determinados momentos llegué a maldecir una de mis grandes aficiones. Amaba al Valencia pero odiaba el fútbol. La final del Benito Villamarín fue la catarsis necesaria, no por la victoria sino por la experiencia con mi hijo. Hoy el Valencia está otra vez en el grupo de elegidos del fútbol europeo. Una clasificación a pesar de Peter Lim y su colla. El magnate de Singapur, una de las peores noticias que le ha ocurrido al Valencia en su centenaria historia, ha hecho todo lo posible para hundir a un club que es más que un equipo de fútbol para esta ciudad. Lim ha despedazado los proyectos a su antojo, ha incumplido muchas de las promesas que argumentaron la compra de la mayoría accionarial y ha multiplicado por mucho la deuda de la entidad. Al Valencia le han salvado sus jugadores, la lealtad de un vestuario a los valores de un club centenario y el compromiso de los futbolistas y del resto de empleados a ese escudo que señaló Rodrigo Moreno al marcar en Amsterdam. El gesto del delantero encierra la verdad de toda esta situación: nunca habrá nada ni nadie que pueda con el Valencia Club de Fútbol. A los futbolistas se ha unido la dignidad de un entrenador que se ha ganado el respeto desde el silencio y la fidelidad de una afición que estará siempre dando soporte a su equipo. El valencianismo debe celebrar a pesar de Lim y los suyos.