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Odiar desgasta mucho y, en general, es poco práctico. Suele consumir al que acumula la inquina y resbalar al que la recibe. Los odiadores están ... por todas partes y aprovechan la mínima de cambio para dejarse ver y descargar su ira. Los ha habido siempre, lo que pasa es que antes se les percibía menos. Internet resultó un escenario estupendo para exhibirse y descargar lo que llevaban dentro. Puso ante ellos herramientas para que pudieran desperdigar saña a su antojo donde quisieran y contra quienes quisieran con impunidad.
La mayoría de comentarios que los usuarios dejan en las publicaciones está cargados de odio. Se carga contra políticos, artistas, periodistas y todo el que se ponga por delante. Contra el objeto de la noticia y contra el que la firma. El anonimato que esta plataforma permite ayuda mucho a la causa, porque no es lo mismo odiar a la cara que detrás de una máscara o tras un pelotón, donde no es fácil reconocer a nadie y es complejo discernir de dónde llegan los disparos.
Las redes sociales sirven a este propósito de maravilla. Cualquiera puede atacar a otro e incluso se suelen organizar acciones para poner en la diana a un sujeto y que este sea bombardeado sin piedad. ¿Los motivos? No hay veda. Su trabajo, su ideología, su aspecto físico, unas declaraciones confusas, una postura tibia. Qué se yo. Las cuestiones del odio suelen escapar a la razón. Ahora incluso cuentan con denominación propia. Se hacen llamar 'haters', son los odiadores de toda la vida, pero que con nombre en inglés parecen que tengan mayor entidad. Pero no, son lo de siempre.
El hecho de que actúen principalmente por la red y contaminen todo lo que en ella se hace y se dice no les impide actuar también a veces de forma física, siempre en grupos, donde pueden ampararse en el rebaño y preservar su identidad. La parada militar que se celebra a propósito del 12 de octubre, día de la Hispanidad, suele ser un marco idóneo para mostrar el encono hacia la clase política, que allí hace acto de presencia. Pedro Sánchez y su equipo están acostumbrados a ello y supongo que acuden mentalizados. Y aunque los abucheos e insultos prácticamente se han normalizado en estos lares no dejan de llamar la atención. Primero, porque empañan una fiesta que debería ser de todos; y segundo, porque van dirigidos hacia el Gobierno del país, que guste más o menos a unos o a otros, desempeña su cargo gracias al voto de la mayoría de españoles. ¿Cuando llaman 'okupa' a Sánchez que quieren decir? ¿Acaso tratan de deslegitimar las instituciones? Eso es grave y contraproducente. Las elecciones, no lo olvidemos, se ganan en las urnas, no en manifestaciones ni en concentraciones.
La libertad de expresión ampara al odiador. Es una figura con la que tristemente nos hemos familiarizado y que asumimos con resignación.
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