Oltra, Azud y el trasvase

FUEGO AMIGO ·
Mucha gigafactoría va a hacer falta para que el tripartito le dé la vuelta a la dinámica en la que anda instalada la legislatura. Y aún así, sería un error dar todo el pescado por vendido

JC. Ferriol Moya

Valencia

Sábado, 28 de enero 2023 | Actualizado 29/01/2023 00:07h.

Mucha gigafactoría va a hacer falta para que el Botánico logre darle la vuelta a la dinámica en la que anda instalada esta legislatura que ... ya termina. Gigafactoría, o Camps y Rus, o lo que sea. Porque la combinación de elementos humanos, judiciales y políticos que cercan al Gobierno valenciano en este momento invitan al pesimismo del tripartito. ¡Como para no explorar a estas alturas la rebaja del listón electoral al 3%!, que exclama la nueva síndica de Cs, Mamen Peris. La dimisión de Mónica Oltra, primero, recibida poco menos que con alborozo por sus socios de Gobierno, es ya reconocida unánimemente como un handicap para que la izquierda vuelva a ganar en las urnas. Tanto por lo que remaba a favor en su día -capacidad política y de discurso más que probada-, como por la sensación de que ahora lo hace a la contra, herida por un maltrato, el de los propios y el de sus socios, que cree que no merecía. En Azud, las miserias de la financiación irregular del PSPV, el que fuera azote contra la corrupción que mientras llevaba al PP valenciano a los tribunales -Puig con cara circunspecta, como si fuere arrastrado con Luna, Ninet y Moreno- se beneficiaba exactamente de las mismas prácticas que atribuía a otros. Y ahora el trasvase, que reaparece como uno de esos viejos fantasmas que desnudan la incapacidad de un Gobierno, en este caso el valenciano, para hacer valer su presión frente al de otra CCAA, en este caso Castilla-La Mancha.

Y encima con García Page chuleando. Los tres frentes abiertos para el Consell pueden ser poco o nada en comparación con los del Gobierno de Pedro Sánchez, obligado a hacer todas las concesiones necesarias a sus socios de Gobierno, hasta el punto de no tocar ni una coma de ese dislate legislativo que atiende al nombre de ley del 'sólo sí es sí', o de ignorar los planes de nuevo referéndum del Gobierno catalán ('qui no te l'ha feta, te la farà'). Que las cifras de creación de empleo no vayan mal -habría que discutir qué parte de mérito (si tiene alguno) es de la administración y cuál de esas empresas 'capitalistas' que sataniza Podemos- supone uno de los pocos alivios con los que el Gobierno valenciano afronta el paso de los meses. ¿Suficiente? Pues está por ver. Dicen que es únicamente el desempleo, la sensación de desamparo y la incertidumbre respecto al futuro la que realmente anima a los electores a forzar cambios de Gobierno. Obviamente, ningún partido aspira a ganar las elecciones con la única bandera de que la reforma de la financiación autonómica sigue empantanada. Eso lo sabe ya hasta el Compromís de Baldoví, que acaba de desenterrar a espaldas del PSPV una propuesta que anunció hace tres meses, con la que no recorrerá ningún camino y que, por si esto fuera poco, está mal redactada.

Ciudadanos, de la mano de Peris, vira 180 grados y pasa a convertirse en un socio más del Botánico. ¿Gratis? Y todo esto sin haber comenzado todavía el baile de las candidaturas electorales, que se prevé tan intenso que todos los partidos tratan de retrasarlo, precisamente para evitar la tentación de que los expulsados de su escaño tengan la tentación de protagonizar alguna algarada. Que el PP reúna en Valencia una intermunicipal el próximo fin de semana teniendo pendientes de nombrar los candidatos a alcalde de algunas de las principales ciudades valencianas no deja de resultar chocante. Cuatro meses para las elecciones, y todo aquel que dé sensación de urgencia es porque lo ve mal. El Botánico no lo tiene fácil, pero dar todo el pescado por vendido puede ser una equivocación. Ya hubo quien se quedó a 4.000 votos de gobernar.