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Oltra querría que la causa judicial que sentarla en un banquillo, acusada por un supuesto plan para ocultar los abusos sexuales de su exmarido a ... una menos se archivase. O, como mal menor, que ella y su consellería fueran absueltos de toda culpa y que el proceso no afectase a las opciones electorales del tripartito para revalidar el Gobierno valenciano.

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Puig querría también que el caso se archivase o, como mal menor, que Oltra dimitiese lo antes posible, una decisión que no afectase a las opciones electorales del tripartito para revalidar el Gobierno valenciano.

La distancia entre lo que ocurre y lo que nos gustaría que sucediese condiciona cómo nos sentimos. Da la sensación de que los líderes del tripartito tendrán que apechugar con buenas dosis de frustración durante una temporada. El que esté mentalmente más preparado para afrontar la diferencia entre sus expetativas y la realidad será quien salga mejor parado de lo que está sucediendo.

No parece que el caso vaya a archivarse porque el instructor y la Fiscalía consideran que hay indicios de delitos muy graves. Tampoco parece que el asunto se resuelva rápidamente. Si Oltra es imputada le tomarán declaración antes de septiembre, en el mejor de los casos. Y la investigación podría alargarse mucho, por no hablar de la posibilidad de que se celebrase un juicio justo en mitad de la campaña electoral. Todo ello al margen de la sentencia que se dicte. Hay que ver si la líder de Compromís está dispuesta a aguantar todo eso, seguir como vicepresidenta del Consell y al mando de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas. Ahora mismo, las televisiones nacionales están con cosas variadas, entre ellas las elecciones andaluzas, pero habrá que ver qué ocurre si todos los focos mediáticos apuntan hacia Oltra. En Compromís dicen que están dispuestos a aguantar a su lado, pero si las encuestas empiezan a señalar que el asunto pone en peligro sus opciones electorales habrá gente que se ponga nerviosa.

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En el PSPV ya lo están. Nerviosos, digo, y casi resignados. Casi. Es complicado que Puig, acostumbrado durante siete años a ordenar cosas, ahora se tenga que quedar quieto y esperando acontecimientos. Pero también es complicado que, si los socialistas no logran encontrar en Compromís quien actúe como su aliado y convenza a Oltra de que lo mejor sería irse, Puig sea quien rompa la baraja. En el PSPV deben recordar que la líder de Compromís fue expulsada por Cotino de su escaño en Les Corts y casi tiene que ir la Policía Nacional a sacarla del hemiciclo. El PSPV puede trazar planes, pero, al final, la realidad es tozuda y, en ocasiones, árida; no es triste, lo que no tiene es remedio (Serrat).

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