Solo sé que no sé nada. Platón atribuyó a su maestro Sócrates esta frase lapidaria que sintetiza el espíritu de las enseñanzas que le inculcó el filósofo griego a través del diálogo y, sobre todo, la pregunta. El mundo ha caído, de nuevo, en el ... pánico al anunciarse que circula una variante de coronavirus desconocida hasta la fecha: ómicron. La primera prueba de la propagación de ese temor es la sacudida inmediata en los mercados. El mismo día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitía un comunicado calificando a ómicron de «preocupante» las bolsas mundiales se desplomaban. El 'Black Friday' fue un viernes negro de números rojos para las bolsas: el Ibex 35 se hundió un 5%, su peor jornada en año y medio, Wall Street cerró con pérdidas y el Nikkei cayó un 2,5%. Los anuncios de restricciones a la movilidad se suceden en las principales potencias en un intento de tratar de contener la expansión de esta variante que ya circula por al menos una decena de países.
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Mientras tanto, Angelique Coetzee, la doctora que hace unos días alertó a las autoridades de la posible existencia de una modalidad diferente de Covid-19 detectada en Sudáfrica, ha suplicado que no se genere «pánico innecesario». En una entrevista en la BBC la presidenta de la Asociación Médica de Sudáfrica ha incidido en que los casos detectados hasta el momento son «leves» aunque es pronto. Coetzee insiste en que hay que esperar al menos dos semanas para conocer el alcance real y concluir también si esta versión es o no renuente a las vacunas actuales. La mayoría de los científicos pide un plazo mínimo de quince días para extraer conclusiones. Porque, como diría el filósofo griego con los datos actuales «solo sé que nada sé». Pero no estamos en el siglo V a. C. sino en el XXI. El miedo se mueve mucho más rápido que la Tierra y ha emitido una sentencia de alarma.
Si hay un aviso que los epidemiólogos repiten desde que irrumpió la Covid-19 es que iba para largo. Que las mutaciones se sucederían. El pronóstico se ha cumplido y, por desgracia, llevamos unas cuantas. Pero, afortunadamente, la diferencia respecto al inicio de la pandemia es que la ciencia ha avanzado en tiempo récord en la investigación y el desarrollo de la vacunación y los tratamientos. No obstante, solo un 3% de la población en los países pobres ha recibido la pauta completa según el recuento de Our World in Data. La OMS habla de «desigualdad escandalosa» en el reparto de vacunas. ¿Alguien se cuestiona por qué? La salud pública entiende de solidaridad y no de fronteras. Menos cinismo y más Sócrates.
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