Infinito como el bolso de Hermione, en el arcón de los deseos cabe de todo. Maradona bebía los vientos por conocer a Farrah Fawcett-Majors y a María José Cantudo -grabada quedó su confidencia en 'Mundo Deportivo' con 19 años-, aunque al final las cambiaría ... a ambas por Fidel Castro, mientras que Freddie Mercury ansiaba hacer un dueto con Monserrat Caballé desde que Verdi se la mostró en todo su esplendor en Londres. Si alguien hurgara entre mis deseos también encontraría una buena pila de sugerencias, algunas confesables y otras no tanto, pero una vez amordazado el hedonismo y vencidas las tentaciones terrenales seguro que aflorarían muchas de las cosas buenas que nos trajo la pandemia. Una sociedad agradecida que aplaude a sus héroes desde los balcones, protectora con el débil, madura para reflexionar sobre lo perdido y lo recuperable... Hum, ¿quién podría renegar de tanta excelencia? Sí, el trance del Covid nos deja sólidos cimientos sobre los que reconstruirnos, pero también el retrato de nuestras miserias, para decepción de quienes creyeron que saldríamos de ésta mejor que como entramos. El vericueto de las ayudas, la reyerta política al descubrir que incluso el fin del mundo trae su propio manual de instrucciones de obligado cumplimiento, los botellones impulsados por hordas descerebradas, y por encima de todo el error de cálculo y la estupidez. El error de cálculo de atiborrarnos egoístas a vacunas mientras dejamos a los países pobres a merced del virus y sus mutaciones de ida y vuelta, hoy ómicron y mañana Dios dirá, y la estupidez de los negacionistas que abominan de esta medicina que corre campo a través, obtusos sin otro argumento que el escepticismo, desconocedores de que se avanza más seguro de la mano de un sabio miope que cegados por la ignorancia. No les privaré del derecho a exponer sus vidas, pero la atención sanitaria se la pagan ellos, ligeritos en la recuperación que nos colapsan los hospitales, y por supuesto esta Navidad la pasarán en casa, extranjeros en tierra propia y sin pasaporte, no sea que su carga viral voluntariamente alimentada arranque otra ola a la calma chicha. Definitivamente queda lejos de mi arcadia este mundo postpandemia. Qué se le va a hacer, toda gran decepción nace de una esperanza igual de intensa y no es fácil leer la carta astral de los deseos. Ignoro si el Pelusa conoció a la Cantudo, pero al menos cumplió con creces otro de los sueños desvelados en su entrevista, ser el mejor del mundo, como Mercury consiguió grabar un disco con su diva gracias a la intercesión del productor musical Pino Sagliocco. Ah, aquel día Maradona también pedía ser recordado como una buena persona, pero ni siquiera los dioses pueden tenerlo todo.
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