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Me faltaban aún muchos años para votar cuando concluí que no creía en la política. Estás loco, replicó azorado el amigo escogido para mi confesión. Si toda la gente pensara así, adujo, caminaríamos hacia la anarquía, el desastre. Tan vehemente fue su exposición que desde entonces me acompaña. A cada crisis de fe aplaco las ganas de desertar de las urnas con el eco de aquella vieja lección adolescente que proclama que siempre hay una opción menos mala y conmina a buscarla, o en su defecto a blanquear el voto para canalizar la ira sin socavar el sistema. Pero de un tiempo a esta parte la voluntad flaquea. La pirólisis purificadora de la nueva política ha quedado en nada. Por el flanco izquierdo, entre palmeros de toda calaña, se perfilan dos toscos bailarines de salón que rivalizan por la misma baldosa. Agarraditos como la tenia al intestino, tratan de asfixiarse mientras intercambian sonrisas de pega. Parece marcar el paso el presidente de las dos dimisiones y media en cien días, pero en realidad sólo se deja llevar por su socio, atento al momento de chafarle el juanete. A la derecha aguardan turno otros dos advenedizos. El último en llegar lleva camino de desgastar las pastillas de freno de tanto pisar el pedal hasta que se aclare lo suyo, convencido de que en la carrera hacia la Moncloa, al igual que en las malas de la F-1, no es tan crucial adelantar como mantenerse en pista. El otro, estratega en el peor sentido de la palabra, gesticula cual entrenador ante la pizarra. Ora ataco por la derecha, ora basculo hacia el centro-izquierda.
Revela el CIS que al español le preocupan, en este orden, paro, economía, pensiones, sanidad y calidad del empleo. Sin embargo, la prioridad de la clase gobernante es buscar votos entre los muertos del desgarro civil, explorar las fronteras éticas del presidente multicopista, hallar cobijo en el humo de unos aforamientos light o pronunciar el nombre de Dios en vano. Al ignorar nuestras cinco grandes inquietudes dan pábulo a la sexta: la corrupción y el fraude. Y al desánimo. Se adivinan elecciones. Tendré que volver a hablar con mi viejo amigo. Él sabrá darme una explicación.
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