Secciones
Servicios
Destacamos
Hoy es el primer domingo de noviembre y eso, hasta el día que me muera, será el día del maratón de Nueva York. La carrera. Las hay más rápidas, más antiguas, más duras, más innovadoras. Da igual. No hay otra como el maratón de Nueva York. Yo lo corrí en 2008, días antes de que los ciudadanos eligieran a Barack Obama como presidente de los Estados Unidos y la gente, eufórica, desatada, colapsara Times Square mientras hacía sonar el claxon de sus coches.
Es una carrera alucinante y aún recuerdo la emoción de bajar el puente de Verrazano, entrar en Brooklyn y ver a la gente a los lados animando a los corredores con verdadero fervor. Inolvidable. Había leído tanto acerca de ese momento que no podía creerme que fuera yo quien estaba allí.
Las alegrías no duraron mucho más. El muro y yo no nos llevamos bien. Y allá por el Bronx aquello ya era un suplicio para mí. De repente, el público empezó a agobiarme. Los gritos de ánimo se convirtieron en un zumbido que martirizaba mis oídos. Entonces recordé lo que cuentan las revistas especializadas, aquello de rescatar pensamientos positivos, imágenes inspiradoras, situaciones alegres.
Y un pimiento.
Quedaban demasiadas millas por delante para poder ser feliz.
Me acuerdo de ese momento no solo porque hoy es el día del maratón de Nueva York sino porque esta semana he leído que el doctor Noel Brick y otros investigadores de la Universidad del Ulster han realizado un estudio que parece demostrar que el atleta que corre con una sonrisa obtiene un mejor rendimiento en la carrera. Hicieron la prueba poniendo a 24 fondistas a hacer cuatro carreras de seis minutos. Una sonriendo, otra relajado, otra enfadado y otra más natural. Y al sonreír se obtenía una ligera pero perceptible mejoría en la economía de carrera, una métrica de eficiencia basada en el consumo de oxígeno. Una mejoría de un 2%.
Los defensores de esta teoría, que ya tuvo su precedente en otro estudio de Samuele Marcora, de la Universidad de Kent, utilizan como ejemplo a Eliud Kipchoge, el mejor maratoniano del momento. El keniano, que prácticamente gana cada maratón que disputa, se impone sonreír, aunque a veces vaya tan crispado que esa sonrisa se convierte en una mueca.
En Valencia tenemos a un investigador, Pedro Pérez, dispuesto a tumbar muchos de los mitos infundados del running. Este profesor en Educación Física dirige el grupo de investigación en Biomecánica Deportiva de la Universitat de València y ha llegado a curiosos hallazgos.
El más reciente afirma que aquellos que practican el running sobre una cinta de correr mientras ven la televisión modifican los apoyos y la técnica de carrera. Corren más verticales y, así, incrementan el impacto en las tibias y la cabeza. Mientras ven la tele aumentan el vuelo, flexionan más las rodillas y pronan más. Y todo eso les hace menos eficientes. En realidad, correr en una cinta siempre es peor.
Eso lo han averiguado con la ayuda de Blautic, una empresa tecnológica fundada por un ingeniero valenciano, Javier Soriano, que proporciona a los investigadores todo el material que necesiten, como unos acelerómetros, unos sensores que les permiten cuantificar las cargas.
Pedro Pérez, deportista y corredor, tiene entre ceja y ceja desarrollar un aparato que mida las cargas en tiempo real. Que, del mismo modo que un reloj nos dice el tiempo que llevamos corriendo, la distancia, el ritmo las pulsaciones y hasta la altimetría, nos informe de cuánto estamos castigando las articulaciones.
Y ha dirigido estudios que demuestran que, salvo que exista una patología, las medias compresoras y las plantillas son totalmente innecesarias. Y que la mayoría de la gente las lleva más por la sensación de confort que por el beneficio en el retorno venoso que reciben con ese tejido compresivo entre las rodillas y los tobillos. Lo mismo con las plantillas, de las que, recuerda, suman 80 o 100 gramos a la carrera que, en largas distancias, se traduce en un incremento del 1% en el consumo de oxígeno.
Pedro Pérez recomienda ponerse en manos de un técnico especializado, alguien capaz de personalizar un entrenamiento a cambio de una cantidad digna, prepararse bien y olvidarse de artilugios innecesarios. Y enfatiza que es muy importante sentirse confortable con todas las prendas que nos pongamos. O sea, que vayamos felices. Que sonriamos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.