
La Navidad puede con Ribó
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«Ribó es un político para estar en el Congreso o en Les Corts, pero no en la vida municipal, porque carece de una idea sobre Valencia»Una foto reciente circuló de mano en mano por las redacciones. A simple vista porque aparecía Joan Ribó dentro de un maldito automóvil y después porque iba nada menos que de pasajero con su concejal de Inmovilidad al volante. Máximo morbo informativo. La cara del alcalde reflejaba algo más que inquietud, incluso cierta sensación de alarma callada. Tuvo lugar con motivo de la inauguración del parking de Brujas y con idea de promocionar el coche eléctrico. Pero la foto era delirante. Primero, porque era una situación absurda, como imaginar a Pablo Iglesias viviendo en un casoplón de nuevo rico o a Echenique residiendo en el barrio de Salamanca, rodeado de vecinos de Vox. Escenas imposibles. Segundo, por la incomodidad tremenda que traslucía nuestro alcalde, la misma que muchos experimentamos en los ascensores estrechos: signos de angustia. Y tercero, porque hasta ese momento creíamos que la aversión del batlle al vehículo motorizado obedecía a una creencia profunda y racional. Pero quizá la repulsión viene de motivaciones más íntimas, hondas y emocionales; bien al coche en sí mismo (cualquiera sabe), bien a verse expuesto a la pericia de Giuseppe Grezzi. El coche no iría a más de diez kilómetros/hora, con las luces encendidas y un conductor confiado, pero Ribó estaba como si le llevaran en volandas por una autopista alemana, con la boca abierta y la mano derecha aferrada al asa superior de la puerta. Tensión. Le debe pasar al alcalde lo que a tantos valencianos, que se inquieta con las maniobras de su concejal.
Cosas que pasan. La tierra que construye los Ford que se venden en todo el mundo le tiene declarada la guerra a la que fuera la principal industria generadora de empleo en el siglo XX. Pero como ni siquiera Ribó juega con las cosas de comer, cuando toca elegir entre sus convicciones y el interés político, sabe cual es la prioridad. El gobierno municipal tenía decidido y anunciado bunkerizar el centro durante diez días con un cierre absoluto al tráfico durante las navidades, desde ayer mismo. Los comerciantes se le han echado encima y le han obligado a rectificar y minimizarlo. Los comerciantes, esos burgueses, en realidad le han hecho un favor enorme. Si llega a poner en práctica el experimento, se carga definitivamente sus posibilidades de continuar al frente de la alcaldía a partir de mayo. La campaña de desprestigio no habría tenido vuelta atrás.
Dicho de otra manera, las navidades han podido con Ribó, por la cuenta que le tiene. Le resultan tan ajenas como los propios comerciantes. O las fallas, o la batalla de flores, o las fechas más significantes de la identidad valenciana. Sabido es que Ribó no felicita las navidades sino «las fiestas», ¿qué fiestas?, borra toda alusión a sus símbolos esenciales, deja la ciudad semioscura y para compensar implanta la cabalgata subvencionada de las reinas magas republicanas, que como es conocido tiene su origen en una procesión paramilitar de 1937 en la que se vitoreaba a Stalin y la dictadura soviética (aquello fue un acto de fascismo antifascita). No le gustan las navidades y tampoco entiende a los comerciantes, que crean empleo, pagan impuestos y generan riqueza en la ciudad; y se siente más próximo al contrabando de las mercancías falsificadas y/o robadas que se venden con impunidad en plena calle, aprovechándose además de la explotación de los pobres manteros.
En definitiva, más allá de no entender lo anterior, no comprende lo fundamental, no comprende Valencia. Tiene otra cosa en la cabeza y su intención sería cambiar esa Valencia que no comprende. Ribó es un político para estar en el Congreso o incluso en Les Corts, pero no en la vida municipal, porque carece de una idea específica sobre Valencia, lo que tiene es una visión determinada sobre el espacio público y la convivencia que igual vale para La Habana que para Copenhague. Cumplirá cuatro años en la alcaldía pareciendo un desplazado, un cuerpo extraño a la idiosincrasia local. Creo que lo sabe y le da lo mismo. Su pulsión principal lo vio con claridad Majo Grimaldo, la subdirectora a la que tanto añoramos: su afán no era tanto ocupar la alcaldía sino desalojar a Rita Barberá de su despacho. Desde ahí por supuesto intenta llevar adelante los modelos sociopolíticos del neocomunismo nacionalista, pero le faltan revoluciones para el empeño. Cabe reconocer, en su honor, que no le mueve una gran ambición de poder. En parte, porque es un desganao que con la excusa de la conciliación lleva su jornada laboral como si fuera un taxímetro.
Por supuesto, no le faltan incongruencias políticas y personales. Como presumir en la oposición de que acabarían con las inauguraciones oficiales, para después pasearse por el esperado Parque Central con una corte de decenas de cargos públicos y fotógrafos con el argumento de que no es una inauguración, no, sino una 'visita'. O como llevar años intentando acabar con los conciertos en educación y sanidad para luego tratarse una enfermedad (afortunadamente menor) en el IVO, emblema del sistema de conciertos; en definitiva beneficiándose de una libertad de elección que no quieren conceder al resto de la ciudadanía.
Empezó la legislatura con un acoso poco larvado a los himnos, las banderas y los sentimientos religiosos para terminar orillándolo pronto; porque se veía perdedor. Pero la pregunta fundamental es si Valencia está mejor desde que Ribó cogió los mandos. ¿Ha mejorado la ciudad estos cuatro años? Uno diría que la ciudad está más sucia, más atascada y más ruidosa, aunque por supuesto la risa siempre va por barrios. Pero conviene concretar. 1) la limpieza es un servicio cuya calidad ha empeorado con rotundidad; 2) los conductores que financian buena parte del presupuesto municipal son hostigados mientras que no queda claro las ventajas obtenidas por el peatón; 3) los usuarios y trabajadores de la EMT sabemos que su rendimiento ha caído; 4) el orden público se deteriora con los manteros, el botellón, el turismo bullanguero y las celebraciones espontáneas; 5) y la policía local al completo se ha rebelado contra las injerencias del hiperactivo Grezzi; 6) el rescate de las personas y la atención a los inmigrantes sigue en manos de organizaciones privadas como Cáritas o Casa de la Caridad mientras los desahucios perviven; 7) la ejecución presupuestaria no llega a un tercio de las inversiones previstas; 8) el comercio sufre, sufre y sufre, desde la desatención a la subida de impuestos; 9) el mundo fallero recela del triplemente imputado Fuset; y 10) las subvenciones al catalanismo minoritario superan el gasto de trece delegaciones municipales. Estas son las credenciales, una gestión muy deficitaria, con las que Compromís se presentará a las elecciones municipales de mayo. No lo tendrá fácil. Ribó no podrá beneficiarse del plus que siempre aporta un alcalde en ejercicio y otra vez necesitará a Mónica Oltra para sostener su candidatura. Ribó sin la ayuda de Oltra no habría logrado la alcaldía. Esta vez lo mismo ni con Oltra repite el milagro.
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