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Bajo llave. Así permanece desde hace ya casi veinte días el expediente de sanción que la Agencia de Protección de Datos remitió al Ayuntamiento de Valencia como resultado de la polémica encuesta fallera que, por orden del concejal Pere Fuset, se realizó a un millar de personas a las que para saber de cuestiones festivas se les interrogó, entre otros muchos asuntos, por sus creencias religiosas además de por su ideología política.
Veinte días oculto (también las alegaciones presentadas) a la opinión pública y al resto de grupos políticos, que han tenido que recurrir al Consell de Transparencia, sin éxito hasta el momento, para poder tener acceso a toda la documentación.
Mejor suerte corrió la oposición en el caso de expedientes que competen a los concejales Carlos Galiana o Sandra Gómez. Menos de 48 horas hicieron falta entonces para tener acceso a los papeles que se reclamaban.
Pero Fuset no debió asistir a clase el día en que Compromís decidió hacer de la transparencia su bandera. Ni ese ni los siguientes, claro. Porque durante meses repitieron hasta la saciedad que con ellos llegarían al poder los gobiernos transparentes. Se acababa el oscurantismo de los últimos años. Quizá no lo recuerden porque ha pasado tiempo. Mucho tiempo. Exactamente, el mismo que hace que gobiernan.
Por eso resultan especialmente significativas esas llamadas al orden del Defensor del Pueblo a Ribó para que facilite expedientes a la oposición. La última, de principios de este mes, sobre una solicitud de documentos referentes al concurso para la reforma de la plaza de la Reina. Antes, ya había ocurrido lo mismo con la Fundación InnDEA.
Pero no fue sólo Fuset el dirigente político que decidió saltarse esas clases magistrales en las que se hablaba incluso de paredes de cristal en el Ayuntamiento de Valencia.
Un mes después de destaparse la filtración de preguntas del examen de inspector de la EMT la respuesta oficial vuelve a ser toda una lección de transparencia: «No tenemos ninguna novedad que contar». ¿Qué ha sido entonces de la investigación para discernir qué pasó y de los expedientes abiertos que anunció en el pleno municipal de noviembre Giuseppe Grezzi, concejal de Movilidad Sostenible ahora y Tráfico antes? El nombre ha cambiado, cierto, no sé si tanto como circular desde hace meses por Colón, Guillem de Castro o Blanquerías. Pero el tráfico en la ciudad merece otro artículo.
En este manda la ley del silencio. Como la que se ha autoimpuesto el conseller de Cultura durante ocho días en los que no se ha pronunciado, hasta ayer, para dar explicación alguna tras la marcha del Palau de les Arts del ya exintendente David Livermore. Y sorprende que no lo haya hecho pese a tener el visto bueno del secretario autonómico de Cultura porque, ya se sabe, Marzà, a diferencia de Plácido Domingo, es de Castelló de la Plana.
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