TEMBLOR DE PIERNAS

Desenfundó del armario el semblante de las grandes ocasiones, de las ocasiones de alarma roja que son el preludio de las catástrofes que devastan la humanidad. Claro que, su llamamiento, al lado del de De Gaulle cuando desde Londres reclamaba resistencia frente a la bota nazi, sonó un tanto cutre. Pablo Iglesias apareció con rostro grave, fúnebre, entre el llanto quejoso y la ira de turbachusma, justo al lado de la movilización callejera de barricada, la zanja que en verdad le place porque así puede dar rienda suelta a su personalidad de Che Guevara pero en formato guerrillero de mansión y nutrida escolta permanente. Tampoco conviene rebuscar alambicadas explicaciones. Mientras algunos analistas se entretienen proyectando conclusiones retorcidas, a lo mejor todo resulta teñido de notable sencillez. Una parte de electorado se ha hartado de la dictadura de lo políticamente correcto.

El lenguaje inclusivo, el buenísmo tontorrón, la depredación impositiva, los excesos de la mamandurria, la condescendencia frente al independentismo, la proliferación de banderas republicanas y el desprecio a la bandera constitucional han coronado demasiadas cumbres y ahora estalla una natural reacción porque el hastío se ha instalado en muchas almas que han decidido decir basta. Y mención especial para Susana Díaz... Ignoro qué autoridad moral la ampara para exigir que no se pacte con Vox mientras su jefe Sánchez, ese hombre pegado a un avión, no dudó en aliarse con filoetarras e independentistas para conseguir un par de ratos la codiciada poltrona. El personal que vota a Vox deposita su legítima papeleta porque ya no soporta el matonismo de Rufián y los numeritos de los secesionistas. En Andalucía, de momento, se escucha el temblor de piernas de los enchufados que chupaban de las subvenciones y otras bicocas.