La tribu progre le propinó un amplio abanico de burlas basadas en los tópicos, pero Ronald Reagan, actor mediocre que solía interpretar tipos panolis (salvo en la magnífica 'Código del hampa', de Don Siegel, donde encarna solvente a un villano), fulminó a Rusia venciendo por fin en la guerra fría porque les ahogó en el plano económico. Les provocó el colapso gracias a su política exterior y al farol destarifado del escudo antimisiles llamado 'guerra de las galaxias'. La pela. La pasta. Los dólares. Esa es la clave para que el enemigo muerda el polvo. La banda asesina ETA comenzó a fracasar cuando le cortaron el suministro del impuesto revolucionario y otros cauces de financiación. En los ochenta, los narcos que dominaban Miami se arruinaron cuando los USA invadieron Panamá y entrullaron a Noriega, alias 'carapiña', pues en aquellos bancos almacenaban sus millones. Toda la basura patriotera de los líderes que nunca pisan la trinchera, toda la palabrería de los mesías que dirigen a sus mesnadas desde el despacho, sin jugarse el chasis, se evapora cuando les arreas un palo a la cartera, su única y verdadera patria. La cornada contra el bolsillo duele y al perjudicado se le queda jeta de divino y pasmado tuerto como si fuese el recién retirado Padilla. Artur Mas jugó a estrella de toreo de salón y ahora ejerce de subalterno tullido pues le van a mutilar los ahorros con el multazo impuesto. Aplicar la ley, para él, equivale a un arrebato de venganza. En el nombre de su causa desvió dinero público, y en ese caso se mostraba harto patriota. Este frenesí se diluye cuando le repercuten el gasto, pues entonces la nobleza desaparece. El amor hacia la bandera nunca encuentra, entre estas personas, correspondencia con su patrimonio. Lidiar desde la barrera con valentía de Tancredo ya no sale gratis.
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