El futuro de la Valencia que pintó Sorolla y que glosó Blasco Ibáñez pasa por su sociedad civil. No hay otro camino. La Valencia de ... Ana Lluch, de Adela Cortina o de Juan Roig tiene tanto futuro como necesidad de articularse en torno a sus referentes civiles. En un contexto de extrema polarización política como el actual, sobra el politiqueo y urge el fortalecimiento de una sociedad civil guiada por líderes en los ámbitos de la medicina, la cultura, el deporte o la empresa. Sin más colores que los de la paleta con la que Sorolla inmortalizó a su ciudad natal. Sin más afán que poner en valor el orgullo de ser valencianos y reivindicar lo que en justicia nos corresponde.
En la búsqueda de ese doble objetivo resulta encomiable la iniciativa 'Somos futuro' puesta en marcha por LAS PROVINCIAS, a cuyo director, Jesús Trelis, agradezco el honor de permitirme contribuir con estas humildes líneas.
La ausencia de una sociedad civil fuerte y cohesionada ha pasado factura. Los valencianos perdimos todo el sistema financiero local (compuesto por Bancaja, el Banco de Valencia y la CAM) salvo la honrosa excepción de Caixa Ontinyent, único vestigio de aquellas cajas concebidas inicialmente por y para el pueblo.
PSOE y PP arrinconan la reforma de un modelo de financiación que castiga a los valencianos
Los valencianos fuimos los únicos que nos quedamos sin una televisión autonómica propia. Y el Valencia Club de Fútbol, la principal institución social de toda la región por número de seguidores, es hoy propiedad de un magnate asiático que dirige -es un decir- los destinos de la histórica entidad de Mestalla desde un despacho de Singapur.
Al lodazal que dejó la crisis financiera e inmobiliaria de 2007 -larvada por estas tierras desde años atrás- se sumó la provocada por la pandemia del coronavirus cuando parecía que los valencianos volvíamos a levantar la cabeza.
Sin embargo, la hecatombe del Covid-19 sirvió para ejemplificar la capacidad de un pueblo, el valenciano, para superar la adversidades. Con empresas punteras en sectores como el agroalimentario, la distribución y el transporte, que no dejaron de trabajar ni un solo día y con profesionales sanitarios del más alto nivel que se dejaron la piel y que demostraron su capacidad y conocimiento.
Una sociedad civil, en suma, que constituye el clavo al que agarrarse frente a los precedentes del pasado y los retos del futuro. En el horizonte, como esta turbulenta primavera que nos ha brindado el cielo, se asoman nubes y claros. Las dos principales formaciones políticas nacionales -PSOE y PP por si hay algún despistado- continúan arrinconando la perentoria reforma de un modelo de financiación autonómica que castiga a los valencianos. Nos penaliza porque disponemos de menos recursos que la media para disponer de mejores servicios públicos. Otro cantar será que el día que llegue el dinero que merecen los valencianos éste sea bien gestionado y no se cuele por el sumidero de las subvenciones clientelares y de proyectos que no aporten valor añadido.
Hablando de valor añadido, tampoco se despejan las incertidumbres que amenazan con postergar sine die la ejecución del Corredor Mediterráneo. En este caso, la sociedad civil, encabezada por la Asociación Valenciana de Empresarios, ha demostrado que cuando se une es capaz de que, al menos, su voz sea escuchada por aquellos que escriben las líneas del Boletín Oficial del Estado (BOE). Otra cosa es que el mensaje cale.
En la tierra de Sorolla y Blasco Ibáñez, sin embargo, a pesar de los pesares siempre acaba saliendo el sol. Y no solo para iluminar a una de las grandes potencias turísticas españolas. El puerto de Valencia -ahora atacado por sectores de izquierdas- es líder del Mediterráneo y ejemplo de cómo una infraestructura bien gestionada ejerce de motor para la economía locales.
Motores como los que salen de la factoría de Ford en Almussafes, que en cuestión de semanas se enfrenta al mayor examen de su dilatada historia, toda vez que la multinacional americana debe decidir sobre su continuidad. Esperemos que el grado de excelencia demostrado por los profesionales de la planta y su capacidad de adaptación a los retos tecnológicos y laborales resulte suficiente para asegurar como mínimo otras cinco décadas más de éxito. De ser así, la provincia de Valencia albergará a dos grandes del motor, ya que a Ford se sumará la gigafactoría que proyecta Volkswagen en Sagunto.
Un nuevo rayo de esperanza para una tierra con un futuro en el que sobran políticos como los que escasean en esta columna y faltan referentes que construyan una sociedad civil unida y fuerte que nos permita estar orgullosos de ser valencianos.
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