No creo que existan discrepancias reales e insalvables entre el PSOE de Pedro Sánchez (que no es el de PSOE de antes) y el partido ... Podemos de Pablo Iglesias (que es el de antes y también el de ahora).

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La extraña pareja -no confundir con la extraordinaria película de Gene Sacks de 1968 protagonizada por Walter Matthau y Jack Lemmon- tras tres años de convivencia ha funcionado tan extraordinariamente bien que, pasado el tiempo, parecen ya un matrimonio de esos de toda la vida. Pelé y Melé -éstos sí- han sabido entenderse a las mil maravillas pero, ahora a las puertas de las elecciones, deben empezar a marcar distancias para asegurar su continuidad. O al menos, aparentarlas para poder sobrevivir.

Resulta raro, pero en política las cosas son así. ¿Por qué? Está demostrado que los ciudadanos ante la tesitura de votar, al tener que elegir, entre el original y la copia, siempre elegimos el original y de ahí, la necesidad imperiosa que tienen ambos partidos de acentuar las diferencias. Aunque sean artificiales e incluso asumiendo la parte de desgaste que le corresponda.

La gala de los Goya es la mejor demostración de que la polémica por la ley del 'sólo sí es sí' no les afecta

Y en eso estamos ahora. En aparentar una convivencia insufrible plagada de discrepancias, tensiones y líos internos para reconciliarse con sus votantes más genuinos. Volviendo al origen aunque sin volver. Por eso, a estas alturas incluso les beneficia la polémica en torno a la ley del «sólo sí es sí» porque, a pesar de lo que pueda parecer, este debate les apalanca en la defensa de los valores feministas con los que quieren identificarse en exclusiva y en los que se sienten muy cómodos. Unos en la defensa y otros como garantes de estropicios legislativos tan mayúsculos. Uno rompe y otro arregla.

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La gala de los Goya del pasado fin de semana es la mejor demostración de que esta polémica no les afecta y sólo solivianta a quienes de hecho nunca les han votado y no lo van a hacer tampoco ahora. El silencio y la ausencia de críticas contra Irene Montero y Podemos y a Pedro Sánchez durante la gala es más que sorprendente viniendo de un sector tan beligerante -por cierto siempre en la misma dirección política- en otros momentos.

La imagen del acuerdo de gobierno entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se hizo carne con un intenso abrazo. Fue una imagen inolvidable. Si quieren algo ñoña, con un Iglesias de ojitos apretados y plácida sonrisa postcoital que intentaba abarcar -sin éxito- las amplias espaldas de nuestro presidente del gobierno. No daban suficiente de si sus brazos para agarrar al líder socialista que le había negado durante la campaña electoral cien veces más que su tocayo y santo san Pedro a Jesús. Un abrazo que nos enseñó su primera gran mentira -el pacto tantas veces negado- pero también su mayor y más íntima verdad.

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