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Sin orquesta para el Titanic

ROSEBUD ·

Sólo desde la ejemplaridad se alcanza la influencia

Antonio Badillo

Valencia

Miércoles, 10 de febrero 2021, 07:28

A este febrero de casto carnaval en plena pandemia no le faltará su chirigota. Malasombras unos, malhadados otros, cada cual con una historia que contar y una justificación a la que agarrarse, van chuflando el 'kazoo' políticos, empleados públicos, sindicalistas, un fiscal jefe y hasta un obispo. De todos ellos me detendré en el protagonista de esa escena del balcón impropia del drama de Shakespeare. Si Toni Cantó regresara de un coma profundo como el de su personaje en '7 vidas' y se oyera a sí mismo despellejando a un colega por celebrar el cumpleaños con dos amigos y su pareja en la terraza, creería haber enloquecido. De hecho, fuera de contexto podría entenderse la desazón del ciudadano Monzó, amenazado su futuro profesional por canturrear una aciaga tarde de sábado el himno de 'Parchís'. Pero se da la incómoda circunstancia de que el ciudadano Monzó es además alcalde en un mundo que se nos descoyunta, y entre sus responsabilidades sobresale convencer a 28.000 catarrojenses de la urgencia de cumplir una ley en la que esta vez nos va la vida. Completa la astracanada Compromís. El partido que si pudiera cerraría centros comerciales y colegios equipara la infracción de su representante -quebrantar la norma por la que debía velar e intentar engañar a los dos policías desplazados a su domicilio- con la de quien no respeta un paso de cebra. Le falta pedir una rebaja de multa a 200 euros y la retirada de cuatro puntos en el carné de conducir. Sólo desde la ejemplaridad se alcanza la influencia, no necesitamos a Einstein para entenderlo, y actitudes como la del alcalde Monzó o reacciones como la de las siglas que lo protegen explican que en pleno apocalipsis, con las morgues desbordadas y la economía por los suelos, todavía uno de cada diez españoles sitúe en el mal comportamiento de los políticos su principal preocupación. En unos días hemos visto a una consellera, de transparencia para mayor bochorno, decir que si la justicia la investiga es que no hay justicia. A ese manojo de alcaldes de toda adscripción valerse de su posición dominante y agarrar un salvavidas que no les corresponde, cuando por ética les habría sido más propio emular a la orquesta del Titanic. A dos 'revolucionarios' usar de niñera a un cargo público, dejando entrever que no eran los cielos lo que pretendían asaltar al alzarse desde las brasas del 15-M y que en su propia denominación el Ministerio de Igualdad recoge una gran verdad: quienes lo rigen son precisamente eso, iguales que la casta que prometieron erradicar. No hace falta recurrir al elitismo de Platón, que gobiernen los filósofos. Bastaría con un mínimo control de calidad para que no se colara tanto patán entre quienes manejan nuestro porvenir.

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