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Ilustración: Sr. García
Un pacto para balconear y aplaudirse

Un pacto para balconear y aplaudirse

Sala de máquinas ·

Domingo, 26 de abril 2020, 00:06

El PSOE busca con hábil tacticismo un pacto «político, social e institucional» al que a leguas se le notan las costuras y las intenciones partidistas. Un pacto cosido por las modistillas de Moncloa y concebido no tanto para enredar a la oposición como para inyectar a la sociedad otro golpe de anestesia. El pacto presenta las trazas de un encubrimiento; para balconear, para salir a aplaudirse a sí mismos y encontrar una musiquilla que nos amuerme y encandile mientras las televisiones prosiguen su propaganda . El acuerdo es pertinente y necesario, vaya por delante, a fin de hacernos más fuertes y superar el trance, pero no puede usarse para ocultar la gestión gubernamental del covid19, para socializar las responsabilidades políticas y en último término autoamnistiarse desde el poder. Una cosa es que se permita al ejecutivo sanchista solventar la situación durante estos meses (y se le apoye en las votaciones parlamentarias sin poner palos en las ruedas) y otra bien distinta es que pasada la urgencia de la crisis no se acometa un balance crítico, público y transparente del desempeño.

Los fallos de Sánchez e Iglesias resultan clamorosos. En el plano económico todavía es pronto para echar cuentas, pero culminará mal. En la gestión sanitaria en cambio ya se evidencia la catástrofe: reacción tardía, improvisación permanente, rectificaciones constantes, escasez de mascarillas, escasez de test, escasez de respiradores, intermediarios sospechosos, compras fallidas de material, desprotección de los sanitarios, residencias descontroladas, muertos invisibilizados, récord mundial de fallecidos por habitante, confinamiento extremo, prolongado e incierto, etc. Para qué seguir. En el ámbito autonómico la actuación ha sido más sensata. Para empezar las cifras de infectados quedan por debajo de la media nacional y ese es el principal indicador de acierto. La consellera Barceló, con sus errores, ha cumplido decentemente en sus comparecencias, y en general se ha abstenido de artimañas y engaños. Seguramente hubiera sido mejor habilitar la Feria o el Palacio de Congresos como hospital de campaña en vez de levantar uno nuevo (pero es un asunto secundario). El principal lastre de Barceló, muy grave, es la desprotección del personal sanitario, luchando contra el virus sin medios (hasta cuarenta días han tardado en hacer los test a médicos y enfermeros en algunos centros). Barceló ha mantenido una actitud comedida, sencilla, accesible, ha pedido perdón y le ha dedicado toda su energía a la lucha contra el virus, cuando tantos consellers y alcaldes han desaparecido del mapa. Llama la atención la ausencia mediática de Oltra. La vicepresidenta mantiene que trabaja duro fuera de los focos y seguro que es verdad, entre otras cuestiones porque ya han muerto cuatrocientos ancianos en las residencias de la Comunitat, dependientes de ella. Parece claro que Oltra no tiene una responsabilidad directa en esa tragedia, pero igual de claro parece que Oltra no hubiera opinado lo mismo de seguir con sus camisetas en la oposición.

Conviene un acuerdo que obligue a decisiones legislativas y consignado en el presupuesto para garantizar su financiación

Puig está saliendo airoso como President; ha pedido disculpas, ha decretado luto oficial, se ha ocupado de traer aviones con material sanitario y se ha comunicado de manera continua con los distintos interlocutores. La presión a nivel autonómico es menor que en el gobierno central y de eso se beneficia Puig. Además, sus socios, pensando que se iba a achicharrar, le han dejado solo y lo que ha pasado es que ha acabado reforzado y más presidencial. La tentación de sacarle partido, por tanto, está ahí y resulta muy morbosa. Es una ocasión que ningún político querría dejar pasar. Quiere el Molt Honorable President un pacto de todos con todos y por el bien de todos. Qué estupendo suena: viva la buena gente. Pero lo que en realidad significa es salir a balconear, seguir la estela tontorrona e infantiloide surgida a raíz del confinamiento, salir a aplaudirse entre ellos, o sea a sí mismos, encontrar un lema, una música, un relatillo y que todos los medios repercutamos a bombo y platillo el gran pacto como otro hecho histórico valenciano. Otra vez, el misticismo medievalista. Otro cuento. Porque apunta en verdad a ser una pose, una foto, un postureo que a las víctimas del coronavirus no les servirá de nada. Acaso un documento de buenas intenciones, solemnemente firmado y pregonado, pero irrelevante. Un protocolo sin base jurídica, ni fuerza política real. Otra vez toca soportar las ensoñaciones de los presidentes autonómicos desde Zaplana a Camps; viéndose como una especie de jefe de estado magnánimo que a todos atiende y comprende y con todos se abraza y pone buenas caras y buenas palabras. El síndrome de Palacio, el complejo borbónico, la escena aristocrática del sofá, elevándose por encima de las miserias mundanas de la política. Pero no nos engañemos, el principal beneficiado con estas prácticas cortesanas será siempre el honorable cortejado.

¿Hace falta o no hace un pacto valenciano? Depende. El pacto palaciego, no. Esconde un embuste publicitario. Pero un acuerdo de verdad nos vendría bien. Un compromiso que obligue a unos resultados, a unas decisiones, con medidas concretas y hechos detallados, podría ser positivo. Un pacto entendido como un contrato, nada de un 'acudir para darse la mano'. Y el espacio natural para negociar y cerrar ese pacto son las cortes valencianas. Un pacto que obligue a votaciones parlamentarias, a decisiones legislativas (y por tanto de consecuencias legales) y consignado en el Presupuesto para garantizar su financiación y conocer de antemano cuánto cuesta y de dónde se saca. En definitiva, un pacto como el que acaba de plantear la líder del PPCV, Isabel Bonig. Por ese pacto habría que luchar, Puig el primero. Para garantizar que se atiende convenientemente a las personas que han perdido sus rentas y que además se dota a la economía de instrumentos ciertos para recuperarse cuanto antes. A ese acuerdo después podrían sumarse los sindicatos, las universidades, los colectivos sociales o las patronales empresariales, en lugar de prestarse (otra vez) a ejercer de cortesanos cuando les llamen de Palacio (otra vez) para la foto de familia. O, en este caso, para salir a balconear.

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