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Se abre el grifo y cae sabia, como agua fresca, una respuesta. No me refiero a la entrevista estridente, la exclusiva, la de actualidad máxima; ... es la entrevista reposada, un guiso en el que poco a poco se entremezclan los sabores. Abre su estudio, para Las Provincias, el escultor Nassio Bayarri. «¿Los valencianos lo conocemos poco?», pregunta Laura Garcés. «Nada». Noventa años, quién los tuviera. El diálogo, atrapado en las páginas de un libro o de un diario, o cazado al descuido al doblar la calle, tiene una cualidad mágica: abre una ventana al mundo interior de los interlocutores. Quizá por eso Pedro J. muestra en sus memorias querencia por reproducirlos. Sin pudor, a veces diríase que por venganza, deja caer al tropel preguntas y respuestas para fraguar la intrahistoria personal de una época larga que va desde la transición hasta la presidencia de Zapatero. Sin valor pericial, un punto egocéntrico -como casi todas las memorias salvo las de Mariano, Rajoy en estado puro.
De respuestas agónicas se nutre el relato de un juez -prolijo en citas- que hace portadas y remueve conciencias. Desde el viernes, el oscuro caso de una menor tutelada por la Conselleria de Igualdad que sufrió abusos por parte de un cuidador se escribe en mayúsculas. Según el juez, la Conselleria pudo intentar tapar el abuso del cuidador -ex de Oltra- desacreditando a la víctima. A partir del recuento de los hechos por parte de los trece funcionarios investigados hasta ahora, ha reconstruido el magistrado lo que indiciariamente pudo ocurrir. El resultado: un sinfín de preguntas sin respuesta. Hay palabras que «hacen cosas» (Austin): son esas palabras, performativas, que por el hecho de ser nombradas se convierten en acción, que tienen el poder de transformar la realidad. Esto ocurre, en el escrito judicial, cuando el juez solicita, revisados los hechos, la imputación de Mónica Oltra. Pese a la fuerza performativa de estas palabras y su significación política, lo que duele, en el relato, es el desamparo a la víctima: «Llama la atención el sesgo del informe y su dureza respecto a la menor». Oltra, a la defensiva, no se duele; ni hermanada con la víctima, ni lo suficiente. Mientras, el PP, sin Casado, se rearma en la Comunitat Valenciana.
Putin, poseído de un miedo cerval ante la expansión de la OTAN, ha roto un compromiso que parecía eterno. Vuelve la guerra fría, un quiebro tan inesperado como el bofetón de Will Smith a Chris Rock en la ceremonia de los Oscar. Rusia solo puede perder, aunque gane. Como Smith, ya fuera de la Academia del Cine. A veces sólo hay una oportunidad para dar la respuesta adecuada.
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