Palabras contra el olvido
ROSEBUD ·
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Desconfía de quienes tratan de apagarte las luces del pasadoDicen que cuando los ojos no ven el corazón deja de sentir. Quizá por eso la justicia, ciega por definición, nos parece a veces tan insensible, incapaz incluso a su pesar de prohibir conductas que en un mundo ideal acarrearían taquicardias. El tiempo juega en ... nuestra contra, cosiendo puntada a puntada una venda que mientras nubla la vista alumbra el olvido. He ahí el gran enemigo, la maldita amnesia, balsámica en el corto plazo pero peligrosa en malas manos. Por eso necesitamos ojos, cuantos más mejor, con los que disipar el humo alimentado por quienes pretenden cambiar la historia tras sembrar la ignorancia. Este artículo va para ti, querido milenial. Amasa la paz que te lega la historia, pero desconfía de quienes tratan de apagarte las luces del pasado. En el juego de equilibrios que es la vida, lo bueno sólo adquiere verdadero valor si se confronta con lo malo. Afila por tanto la mirada y ve a través de los recuerdos prestados, para que tu corazón no sea indiferente al rumor de un tiempo no tan lejano donde la muerte podía presentarse bajo la apariencia más insospechada, al girar la llave de contacto del coche o tras doblar una esquina. Días aún próximos en los que sólo cuando la puerta de casa se cerraba por última vez respirabas tranquilo, porque todos pasamos en algún momento por donde no deberíamos hacerlo. A Josefina, humilde auxiliar de clínica, la asesinaron un sábado de compras navideñas en los lavabos de El Corte Inglés; a Manuel, aclamado profesor, una mañana de enero en esa avenida de Blasco Ibáñez por la que tanto habrás transitado. Una bomba ella, un tiro en la nuca él. Como tantos otros. El telón de la barbarie afortunadamente cayó, pero entre bastidores la ruta del oprobio amplía su itinerario: Alsasua, los caminos recorridos por los presos que se acercan a sus casas -triste rendición ante el chantaje que hace treinta años costó la vida a un pobre concejal de Ermua-, y ahora Mondragón bajo el pretexto de la protesta contra la cadena perpetua. Sabed que no hay cadena más perpetua que la que arrastra quien protege a diario la memoria del ausente. Podrán construir un relato alternativo, ampararse en que la justicia está obligada a cerrar los ojos y en la tibieza moral de un Gobierno condenado a demostrar que nadie es tan ciego como el que no quiere ver, pero nunca silenciarán las palabras como dique frente al olvido. Ellas recordarán a los nietos de Broseta que el abuelo a quien no conocieron fue un héroe. Y a las hijas de Marimar Blanco que el talante demócrata de ese tío suyo que tocaba la batería en las bodas, y cuya voz ni oyeron ni oirán jamás, no merecía morir en un descampado de Lasarte, llevándose consigo aquel verano cuanto quedaba de nuestra inocencia.
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