Urgente El Euromillones de hoy viernes deja un nuevo millonario en España y dos premios de 146.483,25 euros

La relación entre imagen y palabra ha dado y dará para sesudos análisis. También para unos cuantos realmente triviales. En los textos de Benjamin, Adorno, Barthes, Sontag o Berger se pueden encontrar referencias específicas a esa, digamos, competencia entre los dos lenguajes. Distancia llevaba al extremo en el, por otra parte, fascinante 'Elogiemos ahora a hombres famosos', un encargo de la revista Fortune a James Agee que nunca vio la luz y para el que el autor, junto al fotógrafo Walker Evans, convivió durante meses con los campesinos más pobres del sur de los Estados Unidos. El resultado final fue un libro dividido en dos partes. El texto por un lado y las imágenes por otro, como dos mundos complementarios, estancos, independientes. He visto pocas veces algo así porque parece ser que entre los que escriben surge a menudo el irrefrenable deseo de explicar las imágenes, de darles una interpretación. Porque la fotografía sirve como prueba pero parece necesitar del significado de las palabras y, a la vez, esto lo explica muy bien Berger en muchos de sus textos sobre este asunto, la imagen dota al texto escrito de autenticidad, reafirma la palabra porque aporta la prueba de la verdad. Una relación compleja, como podemos ver, que nos conduce al resbaladizo suelo de lo absoluto. Siempre he defendido, si sirve de algo, la separación de imágenes y textos porque creo que la propia naturaleza de la fotografía es inexplicable y no es fácil referirse con palabras a una imagen sin caer en los tópicos. Y también al revés. La cuestión es que ni los fotógrafos suelen escribir ni los pensadores acostumbrar a deslumbrarnos con sus cámaras A veces la luz proviene de un simple papel pegado por un desconocido en una anónima pared.

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