El Parque Central
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Obra de todos, empezó a ser posible hace 57 años, con la Ley del Plan Sur; y todavía está falto de elementos claveEl 23 de diciembre de 1961 se aprobó una ley, la del Plan Sur, que más allá de disponer el trazado de un nuevo cauce para el río Turia, ordenó la «construcción de la nueva estación central de viajeros y mercancías, acceso general de todas las líneas de vía de circulación, enlace subterráneo y estación central ubicada en el puerto». Nunca quedó claro, ni entonces ni más tarde, dónde se ubicaría con precisión la terminal de viajeros, que más o menos se presumía que podía asentarse donde ahora tenemos el Palau de la Música. El legislador, sin embargo, sí habló, a renglón seguido, del «aprovechamiento de los terrenos recuperados del antiguo cauce y de las actuales estaciones, vías e instalaciones del ferrocarril», una cláusula destinada a dar rendimiento alternativo a las inversiones necesarias, en las que el Estado, más allá de los mitos generados en torno a los famosos sellitos, aportó el 75%.
Explicar por qué nunca se ha construido la estación donde se esbozó, cómo se salvó casi de milagro la Estación del Norte y cómo, finalmente, se articuló un proyecto de estación subterránea del que dimanó la posibilidad de obtener un parque central, equivaldría a hacer la historia de los alcaldes y alcaldesas del último medio siglo. Porque todos, antes y después de la democracia, han tenido entre sus anhelos y preocupaciones ese soñado parque central, el que ayer se inauguró, que Rita Barberá solo pudo ver proyectado en 2011, al final de su largo mandato.
La corporación actual, vocacionalmente volcada en restaurar los daños sociales de la larga crisis económica, es la que ahora exhibe, cuanto menos, una obra de calado, sustancial para la ciudad y su futuro; una obra de las que cambian el rumbo y los horizontes de la ciudad, por más que estemos hablando de solo el 40 % de la superficie proyectada; donde falta, además, la estación central definitiva, que ha de ser subterránea y debe contar con una red de accesos subterráneos como ya disponen capitales de España de mucha menor actividad ferroviaria.
La prudencia mal entendida de la actual corporación, y también un indisimulado deseo de ocultar los esfuerzos anteriores, ha puesto bastante sordina a lo que tenía que haber sido una gran celebración ciudadana. Igual que no se ha querido dar realce, en su 20º aniversario, a quienes forjaron el palacio de Congresos; igual que casi se ha abierto de tapadillo el esencial estacionamiento de la avenida del Oeste, parece que hay una gran timidez a la hora de subrayar la importancia de algunas obras públicas estratégicas y, sobre todo, la necesidad de que los grandes proyectos, obligados los partidos a darse la mano en una carrera de relevos, sean considerados obra de todos en general y de nadie en particular.
El Parque Central, tras 57 años de espera, es sin duda un proyecto de interés universal. Y lo que cabe esperar es que la terminación de todos los elementos que faltan no se demore otro medio siglo.
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