¿Qué pasa cuando se amenaza a un alto cargo?
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El vicepresidente segundo de la Generalitat, Rubén Martínez Dalmau, afirmó en las redes sociales hace una semana que «desde que aprobamos el Decreto-ley valenciano para la ampliación de la vivienda pública no se han detenido las presiones y las amenazas contra mí, tanto públicas como privadas, por parte de los poderes fácticos que defienden a los fondos de inversión». Durante días, he escuchado en Les Corts a diputados criticando esas amenazas. Lo de las presiones es más que habitual. Por eso el Consell hizo una ley para regular los lobbys (por cierto, por dónde andará esa ley). Y por eso la UE también vigila legalmente esa figura, la del 'presionador'. Pero es que Dalmau ha sido amenazado. Según el cariz de la amenaza, se trata de una figura que también está regulada, como los lobbys, pero en este caso en el Código Penal. Debe denunciarlo. No por él, que él sabra cómo gestiona el miedo o aquello que se le amenaza. Sino por la institución. A un vicepresidente del Consell no debe amenazarle nadie. Tampoco se le debe insultar, ni a él ni a ningún ciudadano, pero bueno, si aparece el líder de su partido y vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, y dice que debemos normalizar que los políticos estén «sometidos» al insulto, y también los periodistas o cualquiera que tenga una presencia pública, pues en ese contexto quizá es asumible que a Dalmau se le amenace, aunque si el vicepresidente lo denuncia en las redes sociales es porque tampoco lo verá muy normal. Hubo un tiempo, no muy lejano, que mirábamos con envidia a los escandinavos porque sus dirigentes podían ir por la calle sin escolta... y sin ser insultados... pero parece que debemos normalizar parecernos más a repúblicas bananeras y no darle importancia a los insultos, ni a las amenazas, aunque fuera el propio vicepresidente el que airease estas últimas. Sin embargo, cuando los periodistas valencianos lo tuvieron a mano y le preguntaron (sin insultarle, obvio, y espero que sin presionarle) por quién le había amenazado, cuándo, cómo... Dalmau dio carpetazo al asunto, dijo que había que pasar página y aseguró que no lo denunciaría formalmente. Sin embargo, el vicepresidente debe entender que él, como persona, es un pequeño nombre dentro de los muchos vicepresidentes que ha habido, que hay y que habrá en el futuro. Como historiador de arte que es, Dalmau debería de saber que la obra permanece, y en este caso, la institución, la Generalitat, debe ser respetada, preservada, y sus altos cargos no pueden ser amenazados sin que se deriven consecuencias, porque de ese modo se normaliza la amenaza, como ahora parece que se quiere normalizar el insulto.
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